Dedos manchados con tinta morada de libertad
por Clifford D. May, 15 de diciembre de 2005
Estaba cenando con algunas personas a las que no conocía muy bien y por casualidad mencioné que en estos últimos años me había pasado buena parte del tiempo trabajando con árabes y musulmanes en asuntos relativos a la democracia.
Un británico que se sentaba al otro lado de la mesa, se inclinó, arqueó una ceja y casi me espetó: ¿Nunca le dicen simplemente que se largue?
Le respondí, tratando no alterar la voz, que eso no había sucedido. Los árabes y musulmanes con los que he tenido la oportunidad de trabajar no necesitaban que se les convenciese que es preferible escoger a sus propios líderes. No necesitaba entusiasmarlos con la idea de que poder decir lo que uno piensa y no acabar en una fosa común como resultado de ello es algo bueno. Y habían decidido por sí mismos que deberían tener el derecho de profesar la religión que hubiesen escogido y que estaban dispuestos a tolerar que otros gozaran de ese mismo derecho.
Le pregunté a mi compañero de mesa: ¿Esto es algo difícil de creer? ¿La impresión que usted tiene es que árabes y musulmanes prefieren recibir órdenes de dictadores y que no pueden apreciar lo que es la libertad de la forma que gente sofisticada como usted sí puede?
Pienso que ese asalto lo gané yo, pero para ser justos, tenía razón en algo: ¿Cómo sabemos si una mayoría de gente en Oriente Medio no se siente cómoda viviendo bajo una tiranía ordenada en lugar de vivir en la caótica libertad?
La primera indicación real llegó hace menos de un año: En enero, millones de iraquíes arriesgaron la vida - y docenas la sacrificaron - para poder ir a las urnas en las elecciones más libres y justas que esa nación había tenido alguna vez.
Repitieron la operación, nuevamente desafiando a los terroristas de Al Qaeda y a los insurgentes sadamistas para votar por una constitución en Octubre. Y el 15 de Diciembre, los iraquíes regresarán una vez más a las urnas, esta vez para votar por candidatos que sirvan un mandato completo en el poder.
Sin duda, los americanos - junto con los británicos, franceses y otros en el Mundo Libre - deberían apoyar a estos votantes iraquíes de todas las maneras posibles. Si usted estaba a favor o en contra de la intervención liderada por Estados Unidos, si usted piensa que las tropas americanas deben irse inmediatamente o quedarse hasta que el último perro de Al Qaeda se muera, nada de eso debería importar respecto a los iraquíes, ellos quieren construir instituciones democráticas y garantizar derechos humanos, no merecen que los maten en un atentado suicida debido a sus esfuerzos.
Hay alguien que comprendió esto antes y mejor que la mayoría de políticos y periodistas, se llama Shelby Dangerfield y es una niña de 10 años que vive en Billings, Montana. En Enero, se manchó el dedo índice con tinta morada (una forma de asegurar que los electores sólo votan una vez) para mostrar su apoyo a los iraquíes que habían hecho lo mismo y que habían sido tan audaces como para mostrar en público la evidencia de que habían votado.
Decía Shelby al periódico Billings Gazette, hablando del derecho al voto: No lo apreciamos suficientemente, lo damos por hecho. Agregó que era especialmente importante que las mujeres pudiesen votar. Su idea ha sido adoptada por un comité ad hoc de Solidaridad con los iraquíes libres, www.purplefingerforfreedom.com, una coalición de grupos cuyos miembros se mancharán los dedos con tinta morada del 12 de Diciembre hasta el día de las elecciones, el jueves 15, en solidaridad con los iraquíes.
Entre los muchos que se han afiliado hasta ahora a este movimiento están el ex Presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, el ex Secretario de Educación Bill Bennett, ex director de la CIA en la era Clinton James Woolsey, el comentarista Sean Hannity, el Representante demócrata y veterano de Vietnam Jim Marshall, la estratega política Mary Matalin así como diversas organizaciones como Families United for Our Troops, el Centro Freedom House para la libertad religiosa y the Henry Jackson Society.
Al regresar de su cuarto viaje por Irak en 17 meses, el senador Joseph Lieberman escribió hace poco que la guerra que se está librando en ese país enfrenta a 27 millones de iraquíes que quieren vivir en libertad, con oportunidad y prosperidad contra aproximadamente 10,000 terroristas que son revanchistas de Sadam, extremistas islámicos iraquíes o combatientes extranjeros de Al Qaeda y que saben muy bien que sus retorcidas causas se verán frustradas si Irak se convierte en un país libre y moderno.
El senador agregó que cada vez que los 27 millones de iraquíes han tenido la oportunidad de votar desde que Sadam fue derrocado, han votado por el autogobierno y la esperanza por encima de la violencia y el odio que 10.000 terroristas les ofrecen.
¿Queda alguna duda de que esos iraquíes - así como otros árabes y musulmanes que están arriesgando todo por la libertad - merecen respeto y aliento en lugar de burla o desidia?
Mancharse el dedo con tinta morada el 15 de Diciembre es una manera sencilla de demostrarlo.
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.
©2005 Scripps Howard News Service
©2005 Traducido por Miryam Lindberg
©2005 Traducido por Miryam Lindberg