De la paz en Oriente Medio

por Rafael L. Bardají, 12 de octubre de 2013

(Publicado en La Gaceta, 12 de octubre de 2013)

 Durante años hemos escuchado que todos los problemas de Oriente Medio se resolverían una vez israelíes y palestinos hubieran allanado sus diferencias, que no habría paz en la zona mientras no se sellase un acuerdo que garantizara la convivencia entre los dos Estados.  Salvo que uno esté dispuesto a creer que la liberación de un pederasta por el rey de Marruecos, la caída de Ben Alí en Túnez, la invasión saudí de Bahrein o el gaseamiento de civiles por Basher el Assad son maniobras orquestadas por el pueblo judío, nos debería haber quedar bien claro que los problemas del Oriente Medio no tienen su raíz en la falta de un Estado palestino. Si Netanyahu y Abbas firmaran hoy un acuerdo de paz poco efecto tendría en la guerra civil en Siria o en el enfrentamiento global entre suníes y shíies.

 
En segundo lugar, si aún no ha habido un acuerdo se culpa a la existencia de los asentamiento judíos en Cisjordania, o sea, lo que siempre hemos llamado Judea y Samaria. Otro de esos mitos que no resiste el menor análisis. Desde el reconocimiento de Israel en 1948 hasta los primeros asentamientos a partir de 1967 transcurren dos décadas que no se caracterizaron precisamente por la paz, empezando con el ataque de 1948 por parte de los árabes que no aceptaron el plan de partición de la ONU y siguiendo con la guerra de guerrillas de los primeros años 50. Entonces no había asentamientos y hubo guerra. Con asentamientos, aunque no lo parezca, podría perfectamente darse ahora una paz.
 
Por una razón bien sencilla: porque el enfrentamiento palestino-israelí no es un conflicto geográfico, sobre fronteras. Su base es la no aceptación palestina de que Israel es el Estado del pueblo judío. Mientras no se acepte ese hecho, da igual dónde se tracen las fronteras. No se respetarán. El Primer Ministro Benjamin Netanyahu tiene razón cuando sitúa el origen del conflicto no en 1948, sino en 1921, cuando se produjo el raid de árabes de la zona (entonces el pueblo palestino no se reconocía como tal, siendo una magistral invención de Yassir Arafat años más tarde) contra el hotel usado por los emigrantes judíos en Jaffa. También en 1929 se realizaron progroms antijudíos en Hebrón, donde fueron literalmente masacrados. Y más tarde en 1936 y 1939.  Ataques no contra un Estado que todavía no existía como tal, ni contra asentamientos muy lejos de ser creados. Ataques simple y llanamente contra la presencia de judíos en la tierra bíblica de Israel. La tierra en la que hunden sus raíces milenarias. La paz entre israelíes y palestinos no es un problema territorial. Es de respeto de la identidad mutua. Y en esto son los palestinos, no Israel, quien deben mover ficha.