De la energía, de Iberdrola y del interés nacional

por Gerardo del Caz, 28 de marzo de 2008

Una de las mayores carencias estratégicas de nuestro país es la falta de una política energética a largo plazo que mire por el interés nacional y que considere a este sector como lo que es: estratégico para la economía y el desarrollo económico. Por si fuera poco, la legislatura anterior se caracterizó por la toma de control de Endesa, el mayor grupo eléctrico español, y la entrega a ENEL, una empresa pública italiana, del 40% de la generación eléctrica española y del mayor comprador de carbón de Europa. Pero es que el despropósito de Zapatero parece que no acaba aquí ya que, en breve, es probable que tengamos una operación análoga sobre la otra gran eléctrica española, Iberdrola que, auspiciada por el Gobierno del PSOE, tendrá esta vez como beneficiario a EDF y, por ende, al Estado francés, dueño de un 83% de la empresa.
 
La falta de un modelo energético
 
Desde la transición, España no ha tenido ninguna perspectiva a largo plazo respecto a la energía. La cuestión no es tan compleja: España debe asegurarse un suministro energético estable, independiente, seguro y económico que garantice su desarrollo económico. La respuesta más obvia a todo ello es la energía nuclear, por supuesto.
 
Movidos por políticas de carácter populista, el Partido Socialista, nada más llegar al poder en 1982 clausuró las centrales nucleares en construcción y decretó la moratoria nuclear, aún en vigor, en la decisión más equivocada y costosa que se haya tomado nunca en materia de política energética en nuestro país.
 
Si bien España no contaba con una planificación adecuada en lo que concernía a la generación eléctrica, si que nos podíamos vanagloriar de que en el mercado eléctrico de nuestro país operaban empresas con un alto nivel tecnológico y con niveles de eficiencia que se situaban entre los mejores del mundo. España tenía niveles de calidad de suministro eléctrico excelentes y las diferentes empresas habían respondido con eficacia y profesionalidad a incrementos de consumo superiores al 5% anual durante más de veinte años con periodos críticos como el verano o el invierno con puntas de demanda crecientes.
 
España liberalizó parcialmente su mercado eléctrico e incentivo las inversiones en distribución y en generación (aunque, eso sí, apostando erróneamente por el gas y las renovables frente a la energía nuclear). Empresas españolas como Endesa, Iberdrola o Fenosa invirtieron en otros países, fundamentalmente en Hispanoamérica y Europa, y se convirtieron en referentes tecnológicos a nivel mundial en cuestiones como regulación de potencia, integración de generación asíncrona y síncrona con renovables, gestión de ciclos combinados, etc.
 
Nuestro país carecía de una capacidad de interconexión con Europa importante y no podía ser por tanto un mercado de fácil acceso a otros operadores pero, al menos, la liberalización se producía progresivamente y las empresas con centro de decisión en España eran importantes y tenían al mercado español y por tanto a sus consumidores, como su referencia.
 
La legislatura de la OPA
 
La llegada de Zapatero a la Moncloa cambió muchas cosas. En primer lugar se detuvo casi por arte de magia, el proceso de liberalización energética. El mercado ibérico de la electricidad que se empezó a desarrollar en la anterior legislatura se estancó hasta hoy al igual que los proyectos de interconexión con Francia.
 
Pero sin duda alguna, lo que se modificó totalmente fue el grado de intervención gubernamental en el sector energético. A la toma de control de Repsol por parte de Sacyr-Vallehermoso se le une el hecho de que se auspició desde instancias del Gobierno una OPA sobre Endesa por parte de Gas Natural con intenciones claramente políticas para dejar a La Caixa, y por tanto al tripartito catalán, el control de buena parte del gas y la electricidad en España y, por supuesto, garantizando la hipotética independencia energética de Cataluña como ya se había declarado en el acuerdo del Tinell donde se abogaba por operadores energéticos catalanes.
 
Con Endesa la jugada no le salió perfecta y ante la resistencia de su Consejo de Administración y de su Consejero Delegado, Manuel Pizarro, Zapatero busco un aliado tan inesperado como nocivo: junto con el ahora depuesto Prodi, se maquinó una compleja operación en la que ENEL, el Ente Nacional de Electricidad, se aliaba con Acciona para tomar el control de Endesa. De esta forma se daba la paradoja de que una empresa estatal que recoge en sus estatutos la necesidad de velar por el interés de Italia, se hacía con la mayor empresa eléctrica de España.
 
Todas las reticencias de los supuestos organismos reguladores como la CNMV, la CNE o el propio Ministerio de economía, fueron doblegadas y sacrificadas en aras del criterio presidencial. Justo en la misma legislatura donde el país trasalpino ponía obstáculos insalvables para que BBVA o Santander realizaran inversiones en su deteriorado e intervenido sector bancario, era el propio Estado italiano el que recibía una alfombra roja para hacerse con la primera multinacional eléctrica española, sus centrales nucleares, y su aprovisionamiento de carbón. Nótese que el carbón es hoy la primera fuente de generación eléctrica en España con casi un 30% y que en Italia ese porcentaje supera el 65%.
 
Como es de suponer, el balance de la pasada legislatura en energía fue desastroso. Con la OPA, se asistió a un Gobierno que lejos de velar por el interés general, favorecía oscuros intereses político-empresariales y que, además, descuidó profundamente cuestiones como la mejora del mercado para dotarlo de mayor competitividad, la estabilidad regulatoria para garantizar inversiones en generación o la mejora de las interconexiones. En cuestión de energía fue la peor legislatura de la democracia.
 
Malas perspectivas
 
Si malo es que España haya perdido una multinacional y que el centro de las decisiones que afectan al 40% de la generación española, a sus centrales térmicas y nucleares, y las inversiones realizadas en Europa y en América, se traslade todo a Roma, lo peor es que se puede repetir.
 
Como en una segunda parte, la historia parece calcada. La víctima española, Iberdrola, se prepara para caer en manos de EDF (o sea, del Estado francés) y con la inestimable ayuda de un oportunista empresario: ACS y todo ello amparado por La Moncloa. Ver para creer, un presidente de Gobierno encantado con entregar a sus dos multinacionales energéticas a sendos monopolios estatales. Ese es el Gobierno que tenemos.
 
Y qué decir del papel de ACS y de su presidente Florentino Pérez. Colaborando y ayudando al desmantelamiento de Iberdrola (y posiblemente Fenosa) a cambio de buscar, como hicieron los Entrecanales de Acciona, las futuras dádivas gubernamentales.
 
Lo cierto es que las perspectivas no pueden ser peores y si no se evita, parece que se está preparando una acción doble entre EDF y ACS para hacerse con Iberdrola y Fenosa en una operación valorada en más de 80.000 millones de euros[1]. La operación podría consistir en que mientras EDF adquiere la totalidad de Fenosa de la que ACS tiene un 45%, ACS adquiría Iberdrola para, posteriormente vender activos de generación en España y Reino Unido (Scottish Power) a EDF. Otra alternativa pasaría por un tercer actor, posiblemente E.On, que participaría en la compra y en el posterior reparto de Iberdrola.
 
En definitiva, la misma historia que para Endesa, operadores internacionales se quedan con el grueso de la generación y constructoras españolas con terrenos en cartera, se quedan con el jugoso negocio de la cartera de renovables aspirando a esas ingentes subvenciones que estas energías conllevan.
 
Y al final más de lo mismo. Una empresa histórica, entre las más eficientes de Europa, que puede quedar descuartizada y en manos de un Gobierno extranjero. Conviene recordar que Iberdrola, desde el año 2000, ha emprendido un crecimiento espectacular que la ha llevado a situarse entre las cinco empresas eléctricas más grandes del mundo por capitalización y como líder mundial en energías renovables. Tiene una presencia creciente en Estados Unidos. Es uno de los mayores compradores de gas del mundo y opera centrales y plantas generadoras en América y Europa. Iberdrola es, de hecho, una de las empresas energéticas más eficientes del mundo (véase Fig. 1) y que mejor ha sabido crecer.
 
 
Fig 1. Beneficio por empleado 2007 (miles de euros)
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de las compañías
 
 
El valor estratégico para España
 
La energía no es otro elemento económico más y tampoco es un simple asunto medioambiental. La energía es, ante todo, una cuestión estratégica en tanto que es una de las garantías de bienestar, independencia y competitividad en el futuro.
 
Nos hemos habituado a observar como la demanda eléctrica se incrementa anualmente en España a tasas superiores al 5% sin preguntarnos cómo se podrá mantener este crecimiento y de dónde saldrá este suministro. Es hora de formularse la pregunta y, sobre todo, es hora de que los responsables políticos busquen las respuestas sin caer en populismos y teniendo en cuenta el interés nacional.
 
España inició un proceso de liberalización en los mercados energéticos que dio como resultado unas empresas eficientes y saneadas. La contraprestación de ello es que, lógicamente, el tamaño de las mismas es pequeño en comparación con los grandes grupos monopolísticos de países como Francia, Italia o Alemania (Véase Fig.2). Eso no debería convertirse nunca en una desventaja competitiva (al perder economías de escala) y, todavía peor, provocar que los monopolios estatales extranjeros, aún en manos públicas y dirigidos con criterios políticos, puedan comprar esas empresas competitivas en países como el nuestro que apostaron por la liberalización. Es en estas cuestiones donde nuestros vecinos europeos sí que tienen una planificación a largo plazo y donde sus políticos conceden una importancia capital al hecho de tener centros de decisiones y capacidad de influencia dentro de sus países. Por el contrario, parece que en España no tenemos un Gobierno ni unos entes reguladores que sean capaces de defender los intereses del país y de sus consumidores.

 
 
Fig 2. Capitalización bursátil de las empresas eléctricas europeas (mil.mill Eur)
Fuente: Elaboración propia
 
 
España no puede pagar el precio de la pérdida de sus dos empresas punteras en electricidad por el hecho de haber apostado por la competencia y, conviene recordarlo, que si se hubiera autorizado la fusión de Endesa con Iberdrola durante el Gobierno de Aznar, el escenario actual sería radicalmente diferente con un mercado eléctrico menos liberalizado pero con un “campeón nacional”.
 
Contar con empresas líderes en la energía proporciona una seguridad de aprovisionamiento y una capacidad adicional de liderazgo tecnológico para sus industrias complementarias. Si la compra de Iberdrola se lleva a cabo, EDF, el mayor productor de energía atómica del planeta (en Francia no existen los complejos ante esta fuente de energía) tendrá mucho más fácil colocar  sus excedentes de energía atómica en España y, podemos apostar por ello, el gobierno galo dejará de poner obstáculos al aumento de la capacidad de interconexión con Francia. La consecuencia es clara: más energía y más dependencia de Francia.
 
En una Europa cada vez más deficitaria en fuentes energéticas esta cuestión adquirirá una creciente importancia y será moneda de cambio para otros ámbitos. Hay países que quieren jugar un papel determinante y Francia es uno de ellos. Está amparando grandes grupos energéticos nacionales como el propio EdF o la fusión de Suez y Gaz de France y liderando proyectos internacionales con su tecnología nuclear.
 
En definitiva nos encontramos con que, es posible que empresas dirigidas por intereses políticos extranjeros tengan, gracias al Gobierno del PSOE, una capacidad de influencia sobre el desarrollo económico de España y sobre las inversiones para garantizar el suministro a largo plazo.
 
Desconfiando de la capacidad del actual Gobierno para defender los intereses españoles, y de la falta de escrúpulos de constructores que juegan a la política, es vital que la oposición denuncie y trate de impedir que se pierda otro activo tan importante para el futuro de España como una empresa energética de estas características y que, sobre todo, que se explique a los ciudadanos la dependencia que dicha pérdida conllevaría para España: Los centros de las decisiones empresariales que afecten al sector eléctrico dejarán de estar en Madrid y en Bilbao y se situarán en los consejos de ministros de Roma y París

 
 
Gerardo del Caz es Analista de Política Internacional, especialista en temas de seguridad y desarrollo en Asia.
 
 
Nota


[1] Wall Street Journal, 21de marzo de 2008 “$100 Billion Power Deal Moves Closer in Europe”.