Cuando los socialistas matan

por Charles Krauthammer, 20 de diciembre de 2006

(Publicado en The Washington Post, 8 de diciembre de 2006)

Al envenenamiento de Alexander Litvinenko, el espía ruso relegado y feroz crítico del gobierno de Vladimir Putin, por todas partes lo llaman un misterio. Hay oscuras especulaciones acerca de 'elementos criminales' o bien en el servicio secreto ruso o entre los ultranacionalistas que actúan independientemente del gobierno. Hay susurros acerca de lo indeterminado de las cosas en el sombrío mundo de ultratumba de la política del exilio ruso, el crimen y el espionaje.
 
Bien, usted puede creer en lo indeterminado. O puede creer en el testimonio prestado en el único detector de mentiras fiable inventado nunca -- el lecho de muerte -- por la propia víctima. Litvinenko acusó directamente a Putin de matarle.
 
Litvinenko sabía más de sus circunstancias que nadie. Y en su lecho de muerte, la gente no miente. Como decía Maquiavelo en la materia (algunos atribuyen esto a Voltaire), tras rechazar tres veces las increpaciones de un cura para que se arrepintiera de sus pecados y renunciara a Satán, 'En este momento, Padre, uno intenta no crearse enemigos nuevos'.
 
En ciencias existe un principio llamado la navaja de Occam. Cuando se presentan teorías encontradas entre sí para explicar un fenómeno natural, uno adopta la menos elaborada. La naturaleza prefiere la simplicidad. Los científicos no se enmarañan en retorcidas teorías conspiratorias. No necesitas un subterfugio elaborado para explicar el fallecimiento de Litvinenko.
 
¿Cree usted que Anna Politkovskaya, la periodista que estaba investigando la guerra en Chechenia, recibió un disparo de elementos criminales en su ascensor? ¿Qué hay de Viktor Yushchenko, el candidato presidencial de Ucrania y eventual ganador, envenenado con dioxina durante la campaña, que le dejó vivo pero desfigurado? ¿Ultranacionalistas rusos?
 
Los detractores de Putin han caído como moscas. Algunos encarcelados, algunos exiliados, algunos asesinados. Cierto, el asesinato de Litvinenko nunca podrá ser rastreado hasta Putin directamente, sin importar lo perseverante que sea la investigación policial británica. Los asesinatos de patrocinio estatal casi nunca son rastreables hasta la fuente. Demasiados recodos. Demasiadas capas de protección entre el don y el verdugo.
 
Además, Rusia tiene una larga y distinguida historia de asesinatos de patrocinio estatal, de los cuales el asesinato de Trotsky con un piolet no fue sino el más destacado. ¿Alguien se cree que el Papa Juan Pablo II, agitando entonces los cimientos del imperio soviético, fue alcanzado por un turco enloquecido actuando en representación de la minúscula Bulgaria?
 
Si no estuviéramos honrando de manera póstuma a un hombre que acaba de fallecer en una muerte horrible, uno tendría casi que admirar a los rusos, no sólo por su audacia, sino por la técnica en el asesinato del Polonio 210 de Litvinenko. El asesinato por envenenamiento evoca la gran edad clásica del asesinato como raison d'etat de los Borgia o los Medicis. Pero el giro futurista hacia (por citar a Peter D. Zimmerman en el The Wall Street Journal) el primer asesinato radiológico del que se tiene constancia en la historia, añade un elemento de barroquismo del que el destacamento criminal oficial de talla mundial conocido como KGB (ahora con nuevas iniciales) debería estar orgulloso.
 
Algunos afirman que el crimen de Litvinenko fue tan obvio, tan descarado, tan desastroso -- cinco aviones contaminados, 30.000 personas alertadas, docenas de lugares radiactivos en Londres -- que probablemente no podría haber sido el KGB.
 
Pero esa es su belleza. Hazlo obvio, hazlo descarado y cuenta con esas lumbreras occidentales para encontrarloimprobable. Como aconsejaba el presidente del Consejo Central Anarquista (en The Man Who Was Thursday, de G.K. Chesterton): 'Quieres un disfraz seguro, ¿no?... ¿Un disfraz en el que nadie buscaría una bomba? ¿Por qué entonces no te disfrazas de anarquista, idiota?'
 
El otro motivo para hacerlo obvio y descarado es enviar un mensaje. Esto es una advertencia a todos los Litvinenkos futuros de lo que les espera si continúan yendo tras el gobierno ruso. Te cazarán hasta en Londres, donde impera la ley. Y te cazarán incluso si supone mala prensa durante un mes.
 
Algunas personas dicen que el KGB no habría ido tan lejos para cazar un pez tan pequeño como Litvinenko. Bien, él puede haber sido un pez pequeño, pero sus investigaciones no. Estaba investigando las conexiones del Kremlin con el asesinato de Politkovskaya. Y Litvinenko afirmaba que el propio gobierno ruso voló los edificios de apartamentos en Moscú en 1999, matando a cientos de civiles inocentes, con el fin de echar la culpa a los chechenos y provocar la segunda guerra chechena. Material bastante dedicado.
 
Pero hasta la pequeña talla de Litvinenko sirve con precisión a los propósitos del KGB. Si llegan tan lejos y tan desastrosamente y tan arriesgadamente para matar a alguien tan poco importante como Litvinenko, entonces es que absolutamente ningún crítico de la dictadura de Putin esta seguro. Es lo definitivo en disuasión.
 
La investigación aguarda. Esperaremos la confirmación definitiva en las memorias de Putin. Título provisional: 'Caso de que yo lo hiciera'.


 

 
 
Charles Krauthammer fue Premio Pulitzer en  1987, también ganador del National Magazine Award en 1984. Es columnista del  Washington Post desde 1985.