Cómo decapitar la próxima jihad
por Amir Taheri, 27 de marzo de 2006
¿Cansado de Aceh, Afganistán, Argelia, Chechenia o Cachemira como lugares donde clavar la bandera de la jihad? ¿Preocupado porque Irak pueda ser un mercado en recesión para el terrorismo, y Pakistán más difícil de lo esperado? Considere Tailandia - donde una guerra poco publicitada se ha extendido entre insurgentes musulmanes malay y el ejército de Bangkok desde el 2002.
Tal es hoy la comidilla en los círculos jihadistas internacionales, tanto en el ciberespacio como en las mezquitas de control radical desde Londres hasta Ammán, Yakarta o Sidney. Los bien financiados grupos jihadistas podrían estar preparando una apuesta por el control de la insurgencia malay.
Si eso sucede, los mayores y primeros perdedores serían los musulmanes malay, que llevan luchando por la autonomía desde que su tierra fuera anexionada por el Reino de Siam en 1902. Pero convertir una rebelión esencialmente étnica en una guerra religiosa también es seguro que va a causar grandes perjuicios a los esfuerzos de Tailandia por levantar una sociedad moderna.
La llegada de jihadistas profesionales es el beso de la muerte patente para los movimientos musulmanes, incluyendo a aquellos con los agravios más legítimos.
· Cachemira: el conflicto de Cachemira comenzó en 1947 como disputa territorial entre la India y Pakistán, conforme emergían de los escombros del raj británico. El conflicto era por tierra, agua, fronteras y seguridad nacional - no religión. En la práctica, no podría haber sido por religión porque había (y aún hay) más musulmanes en la India que en Pakistán.
Inicialmente, todas las partes de Cachemira, incluyendo las que buscaban la independencia o la unión con Pakistán, eran seculares, manteniendo así viva la posibilidad de una solución política. Pero al empezar a entrar en escena los jihadistas profesionales, el conflicto asumió rasgos religiosos.
El ejército paquistaní creó varias organizaciones jihadistas con el fin de luchar en Cachemira. Todas amenazan hoy la propia seguridad de Pakistán.
Convertir Cachemira en un conflicto religioso tuvo otro producto negativo: que los hindúes votasen a una coalición de partidos hindúes radicales en el poder por primera vez, y que la mantuvieran durante casi una década, fue en parte en reacción a la jihad en Cachemira.
· Chechenia: a comienzos de los años 90, la nación chechena construía una posición de buscar la independencia que había tanteado intermitentemente durante dos siglos. Tras muchos altibajos, Chechenia y Rusia suscribieron el acuerdo Lebed-Mash'hadov, que pronosticaba un divorcio amistoso si se cumplían un conjunto de condiciones.
Pero a los jihadistas profesionales no les importaba si Chechenia lograba la autonomía dentro de la federación rusa o ni siquiera si se independizaba. No querían solamente derrotar al infiel ruso, sino humillarlo y destruirlo. Querían una guerra santa, no un compromiso de paz.
En el proceso, estos jihadistas terminaron matando a más musulmanes que infieles. Provocaron una guerra total que forzó a convertirse en refugiados por todo el mundo a más de la mitad de la nación chechena. También mataron las esperanzas de autonomía o independencia de Chechenia. Hace una década, la mayoría de los rusos apoyaba la independencia para Chechenia; hoy, virtualmente ya no queda simpatía - los rusos recuerdan las atrocidades de los jihadistas.
El impacto también ha sido desastroso para Rusia. Ha permitido imponer al Presidente Vladimir Putin un estilo autoritario de gobierno, colocando gran parte del gobierno bajo control del ejército o del aparato de seguridad.
· Argelia: En 1991 Argelia estaba dividida sobre si debían seguir adelante unas elecciones que una coalición islamista estaba llamada a ganar. También esto era un conflicto político que podía haberse resuelto por medios políticos. De hecho, algunos líderes del grupo islamista, incluyendo al difunto Abdel-Qader Hachani, se involucraron en conversaciones secretas con los líderes del ejército argelino con el fin de alcanzar un compromiso.
Pero entonces intervinieron los jihadistas profesionales, iniciando una serie de asesinatos brutales de civiles que no tenían nada que ver con el conflicto inmediato. En palabras de un líder, Jamal Zeituni, querían 'derramar sangre para regar el árbol del martirio'.
Los jihadistas han sido derrotados en Argelia igual que lo han sido, y lo serán, en todas partes. Pero durante más de una década han provocado la muerte de más de 150.000 personas, detenido el progreso económico de Argelia y ralentizado su democratización - y conducido al exilio a más de 3 millones de argelinos.
¿Es posible evitar una repetición en Tailandia? Sí - pero la tarea no es fácil.
Igual que se necesitan dos para el tango, los jihadistas necesitan siempre un socio similar para transformar un conflicto político en guerra religiosa. El primer ministro tailandés, Thaksin Shinawatra, que afronta hoy unas elecciones generales, parece estar al borde del abismo.
Antiguo jefe de policía, está cultivando su imagen como hombre fuerte y promete aplastar al criminal, su palabra en clave para los rebeldes malay, con puño de acero. Animado por los grupos nacionalistas tailandeses que temen mayor democratización, Thaksin intenta convertirse en la versión asiática de Putin.
Deben hacerse movimientos urgentes con el fin de evitar que la rebelión del sur de Tailandia se convierta en otro frente de la guerra global que el terror islamista está emprendiendo contra muchos estados distintos, incluyendo a media docena de musulmanes.
Una iniciativa podría llegar del Presidente indonesio Susilo Bambang Yudhoyono - líder del estado musulmán más poblado y el poder clave en el sureste de Asia. Podría invitar a líderes rebeldes y funcionarios tailandeses a dialogar en Yakarta, con vistas a organizar un alto el fuego seguido de negociaciones.
El líder indonesio tiene la autoridad moral para realizar tal maniobra a causa de su éxito a la hora de poner fin a la rebelión islamista de 40 años de duración en la isla de Aceh. Ex-general, Yudhoyono decidió no jugar al hombre fuerte; en lugar de eso, ofreció a los acehanos una gran cantidad de autonomía, cierto control sobre sus recursos naturales y libertad lingüística y cultural - a cambio de deponer sus armas. Los líderes de Aceh, con vínculos con solera con los rebeldes malay de Tailandia, podrían unirse a la iniciativa del diálogo.
La Organización de la Conferencia Islámica (OIC) podría proporcionar respaldo añadido. Tailandia, miembro asociado de la OIC, podría presentar cualquier iniciativa de paz como gesto amistoso por parte de países musulmanes, no como imposición de potencias hostiles.
Thaksin debe abandonar el sueño de 'asimilar' a los malay destruyendo su lenguaje, cultura y religión. En su lugar, debe levantar el estado de emergencia que impuso en el 2002 y restaurar parte al menos de la autoridad local de la que disfrutaban las provincias del sur hasta finales de los 90. A cambio, los cuatro grupos rebeldes principales deberían acordar una moratoria en sus demandas de total independencia y negociar mayores derechos lingüísticos, culturales y religiosos para sus seguidores.
Todas las señales indican que un segmento sustancial de la directiva malay está desesperado por un acuerdo político y temeroso del secuestro de su causa por parte de jihadistas extranjeros.
Estados Unidos, probablemente la potencia exterior más influyente en Bangkok, también debería interesarse en evitar una nueva lucha jihadista. Mientras que la fuerza militar nunca debería descartarse al luchar contra el terror, es importante no olvidar el papel que el uso inteligente de la política podría jugar a la hora de hacer frente al desafío terrorista global.
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.