Comentarios desde el otro lado: cuando la inmigración es forzada

por Ana Ortiz, 11 de noviembre de 2008

A menudo hablamos de inmigración desde la perspectiva de las personas que deciden emprender una nueva vida en otro país, generalmente, por cuestiones de supervivencia, calidad de vida. Sin embargo, hay quienes no tienen más remedio que marcharse por cuestiones políticas. No nos referimos ni tan siquiera a situaciones en las pueden verse envueltos políticos situados en la primera línea de poder de su país. Hay quien se ve involucrado en una decisión de esta magnitud por cuestiones burocráticas y por la falta de libertad que se respira en su país de origen.
 
Es el caso de una funcionaria del cuerpo diplomático venezolano que se ha visto obligada a permanecer en Canadá ante la imposibilidad de regresar a la Venezuela de Hugo Chávez con un mínimo de garantías de seguridad, simplemente, porque se encontraba en misión de trabajo en el país norteamericano con el gobierno anterior a Chávez.
 
María es el nombre ficticio con el que se ha bautizado a esta persona por motivos de seguridad. Como periodista, me acojo al secreto profesional y no revelaré mis fuentes de información, dado que podría implicar peligro para esta persona que comparte con el GEES su experiencia vital en Canadá, con sus luces y sombras. María es un buen ejemplo para conocer el proceso de inmigración en Canadá, a la vez que permite conocer de primera mano la realidad de muchas personas en la Venezuela de hoy.
 
 Un éxodo forzado
 
“Soy funcionario de carrera e ingresé en el cuerpo diplomático de Venezuela cuando acabé mis estudios. Desde entonces, he tenido la suerte de vivir en varios países, sobre todo, por manejar correctamente el inglés y el francés, además del español. Estuve destinada en misiones ante la ONU en Nueva York y también he vivido en Suiza. Tengo que decir que ha sido una experiencia vital maravillosa, sobre todo, porque fueron destinos que me ofrecieron y a los que fui con gusto…con el gusto de saber que mi querida Venezuela estaba siempre ahí, que volver no comportaba ningún problema más allá de finalizar la misión a la que me había comprometido. Con la ilusión de abrazar a mis padres y hermanos en vacaciones y recibir el año nuevo en compañía de los míos.”
 
“Canadá ha sido mi último destino diplomático. Vine aquí con la misma ilusión que llegué a los destinos anteriores. Estoy bien aquí. No me puedo quejar de la vida que llevo, ni del recibimiento de los canadienses, ni de mis compañeros de trabajo. La diferencia está en que no he tenido más remedio que acomodarme a este país- al que no es fácil adaptarse viniendo del Caribe- simplemente, porque yo llegué hace once años, en 1997, con la misión diplomática del presidente Rafael Caldera. Soy funcionario, por lo tanto, mi puesto no es un puesto de libre designación, ni lo que ustedes llaman “a dedo”, pero todo lo que tenga relación la Venezuela de antes - personas incluidas- se considera sospechoso. Si hubiera regresado, ahora estaría bajo constante vigilancia y mis pasos seguidos uno a uno. Tendría que dar explicaciones de por qué me reúno con este o aquél amigo. Por que tomamos un café en este lugar y no en aquél. Por qué voy a visitar a mis padres todos los martes y no en días alternos. Eso no es vida para nadie y más cuando tu único delito es haber trabajado para un gobierno que ahora ya no gobierna y no va en su línea ideológica.”
Maria no es una excepción. Según cifras de la entidad oficial Estadísticas Canadá, ya en 2003, cerca de 9.000 venezolanos estaban registrados en ese país -- una mayoría en las provincias de Ontario y Quebec --. La misma entidad estima que el monto se ha multiplicado desde entonces.
 
Este hecho es especialmente relevante, si se tiene en cuenta que, como afirma María “Venezuela nunca había sido un país migratorio, todo lo contrario, siempre fue receptor de inmigración. Una primera oleada de inmigrantes europeos (italianos, portugueses y españoles) sembró raíces en tierra venezolana desde los años 50, y a partir de los 80, comenzaron a llegar multitudes de diversas zonas de Latinoamérica. No obstante, las circunstancias políticas han hecho que los venezolanos comencemos a buscar mejor calidad de vida en otras latitudes. Solo queda ver qué futuro le espera al país con la fuga de profesionales, que como es mi caso, no podemos volver, a no ser que estemos bien dispuestos a ser observados constantemente, solo por el hecho de no ser chavistas reconocidos”.
 
Según expertos en el tema, uno de los rasgos más comunes entre los venezolanos que emigran es continuar ligados emocionalmente al país. Extrañan la comida, la familia, los amigos, el clima y, en los últimos tiempos, desarrollan un sentido patriótico. 'Es usual que los venezolanos no se desprendan de lo que pasa en Venezuela y es un hecho que las comunidades locales en el extranjero estén cada vez más organizadas', afirma María.
“Tenga en cuenta que los venezolanos -acostumbrados a recibir inmigrantes-, apenas nos estamos estrenando como tales, papel que no es precisamente fácil”.
 
María comenta que ser inmigrante no es plato de gusto, aún y cuando seas una persona preparada. “La mayoría de los venezolanos que emigramos ahora somos solteros o parejas jóvenes, generalmente profesionales. Ese perfil hace que te cueste empezar desde abajo, algo usual para la mayoría de los inmigrantes.  Aunque tengas una trayectoria profesional reconocida, como fue mi caso, yo traía condición de diplomático. Al pasar a ser un inmigrante, tuve que empezar de cero. Toda la experiencia anterior, todo el trabajo que hice no sirve, no queda reflejado en ninguna parte. Solo pude conseguir una carta de recomendación, pero a efectos de papeles y de trabajo, empiezas de cero, como cuando egresas de la Universidad”.
 
“Además, en Canadá es prácticamente imposible trabajar si no tienes papeles. Yo estuve seis meses viviendo de mis ahorros porque se dio una paradoja peculiar: yo ya estaba en el país y tuve que comenzar los trámites desde aquí, cosa que no es lo habitual, porque tienes que comenzar todo el proceso desde tu país de origen. Una vez terminada mi condición diplomática, tuve que estar aquí en situación de turista mientras que por otro cauce- menos mal que tengo amistades- pude tramitar el visado de turista y después, todo el proceso de permiso de residencia. Pero nadie te contrata si no tienes papeles porque el Gobierno canadiense es implacable con ello y los mismos ciudadanos están muy concienciados de que no puede ser. Me ayudé dando clases de español a hijos de conocidos”.
 
Un proceso difícil
 
En Canadá, los procesos de inmigración se han endurecido a raíz del 11 de septiembre. Canadá ha sido siempre un país de destino para muchos refugiados de Centroamérica. Hasta dicha fecha, el perfil de refugiado era de los más utilizados por los ciudadanos de países en conflicto para entrar en Canadá. Los salvadoreños constituyen el mayor grupo latino con presencia en Canadá, que crece cada día más, al igual que las comunidades de nicaragüenses, y venezolanos. Este país del norte es considerado uno de los principales puntos de llegada países de la región.
 
Dadas las cada vez más estrictas normas de Canadá, una vez terminada su condición diplomática, María comenzó siendo turista. Condición para la que se necesita acreditar una solvencia económica.
 
“Ni siquiera la condición de visitante  te garantiza nada. Pongamos que realmente hubiera venido como turista. Si el solicitante está costeándose el viaje, debe presentar solvencia económica, sin embargo, si alguien en Canadá o en su país de origen está costeando el viaje del solicitante, ya sea el viaje completo o sólo parte de él, se requiere solvencia económica del solicitante, además de quien costea el viaje o parte de él. Yo pude hacer la segunda opción gracias a unos buenos amigos, que me avalaron con su solvencia económica. A los turistas y estudiantes no se les permite ni trabajar ni estudiar, tampoco pueden cambiar su estado migratorio dentro del país. Como ve, mi caso es muy particular y pude hacerlo porque utilicé dos cauces diferentes. Por un lado, me quedé aquí terminando mi condición diplomática y por otro, comencé a ser turista. Todo lo debo a la amistad”.
 
“Pero como comento,  no hay garantías a largo plazo. Según la legislación de inmigración de este país,  las garantías por parte de terceros tienen una influencia limitada en la evaluación de un solicitante adulto. Con arreglo a la legislación canadiense, sólo el solicitante es responsable de sus actos una vez que se encuentra en Canadá. A pesar de sus buenas intenciones, los amigos y familiares tienen que ocuparse de sus propias responsabilidades financieras y puede que no estén en condiciones de ayudar financieramente al solicitante cuando se encuentre en Canadá. Además, no existe ninguna disposición jurídica que permita recibir ningún tipo de fianza confiscable de terceros para garantizar que un solicitante respete las condiciones de su visa. Las circunstancias financieras personales, profesionales y familiares del aplicante son factores fundamentales que el funcionario encargado de las visas tiene en cuenta, además de cualquier información que se haya facilitado previamente.
 
La mayor preocupación de María era que se terminara también su condición de visitante. Las leyes migratorias en Canadá son muy estrictas, es muy importante no permanecer más tiempo del permitido. Las autoridades migratorias hacen cumplir severamente las leyes que restringen el tiempo de permanencia de ciudadanos extranjeros en su territorio.
Cuando un visado esté próximo al vencimiento, es preciso salir de Canadá o pedir orientación a las autoridades de inmigración para tramitar una posible extensión o prórroga. Se imponen sanciones severas en casos de visas vencidas que pueden llegar incluso a la deportación.
 
María tuvo a su favor su formación. Aunque no le abriera puertas laborales en principio, sí le otorgó puntuación para que le fuera concedida la condición de residente temporal. La evaluación lingüística es una parte muy importante de una solicitud en la categoría de trabajador calificado y puede suponer hasta 24 de los 67 puntos necesarios. Los aspirantes a la inmigración que puedan demostrar que conocen una o las dos lenguas oficiales de Canadá tienen mayores posibilidades de reunir los puntos necesarios en la evaluación de su candidatura, de que se acelere la tramitación de su solicitud y de establecerse satisfactoriamente en Canadá.
 
El siguiente paso fue la solicitud de residencia permanente. Las visas se emiten normalmente en un lapso de 6 a 18 meses para todas las categorías, menos en los casos de parejas o hijos patrocinados.
 
María comenta que también tuvo suerte en este aspecto puesto que Canadá escoge a sus inmigrantes en función de lo que puedan contribuir a la economía del país o para apoyar la reunificación familiar. El gobierno canadiense tiene perfilados diferentes categorías de inmigrantes, cuyo porcentaje de aceptación depende de las necesidades del país en cada momento.
 
Está la modalidad de trabajador cualificado (especializado independiente): para quienes poseen experiencia y formación laboral específica que puedan insertarse en el mercado laboral. Familiar: para quienes tienen familiares cercanos viviendo en Canadá que puedan actuar como garantes del que desea inmigrar. También está la categoría denominada negocios: para empresarios, inversores y trabajadores autónomos que pretenden crear una empresa propia en Canadá. Por último,  refugiado: para quienes necesitan protección por situaciones de persecución. Algunos solicitan el ingreso desde sus lugares de origen o al llegar a un puerto de entrada a Canadá.
 
Para hacerse una idea de cómo es el proceso y el criterio de aceptación de inmigrantes, sirva como ejemplo el proceso llevado en 2006. Canadá otorgó la carta de residencia permanente a 251.649 personas y un millón doscientas cartas para residentes temporales. De las personas admitidas en régimen  permanente, 138.257 lo consiguieron por motivos económicos- es decir, negocios, trabajadores cualificados- lo que supuso un porcentaje que rozaba el 55%. El resto, 70.506, fue por motivos familiares (algo más del 28%). Esta es la línea que sigue anunciando el gobierno en cuanto a porcentajes, es decir, que prima la inmigración cualificada que la familiar.
 
Un tema que preocupa a María, dado que está preparando la documentación para  sus padres, a sabiendas de que el proceso será largo y que dependerá del cupo del gobierno cuando los papeles estén listos.
 
Por último, es interesante saber que Canadá exige un examen médico en los casos en que la permanencia en el país vaya a ser superior a seis meses, dependiendo del país de procedencia del inmigrante.
 
María pudo terminar toda su tramitación porque no respondía a ninguno de los supuestos susceptibles de motivar el rechazo de la petición: falta de documentación, insuficiente fondos financieros para el viaje, insuficiente evidencia de estabilidad económica personal, antecedentes criminales, infracción previa a leyes de inmigración.
 
La segunda generación
 
Al margen de la documentación requerida, hay otro tema interesante para tenerlo en cuenta: la segunda generación. “Por lo que yo conozco en los años que llevo aquí, la segunda generación está más plenamente integrada a la sociedad local -en el sentido de que la mayoría habla mejor inglés y francés, en los lugares que se habla, que español. Se ha educado desde muy temprana edad en el sistema local, y sus redes sociales son fuertes entre otros inmigrantes -no necesariamente latinos- y sajones. Ellos usualmente tienen potenciales de ingresos mayores y mejores niveles de educación; la contrapartida es que los vínculos con el país de origen  no son tan fuertes -y hasta no existen en muchos casos”.
 
María habla de este tema, porque es la situación en la que se va a encontrar ella dentro de poco, puesto que tiene una hija nacida ya en Canadá. “Mi hija no quiere oír hablar de la posibilidad de regresar a Venezuela en un futuro, que por otra parte, no sabemos cuándo podría ser. Yo puedo ofrecerle una educación buena y yo soy una persona preparada, de modo es que ella no encuentra interesante regresar a mi país. No tiene problemas con el clima, como es mi caso, que llevo fatal el invierno tan duro de aquí. De hecho, mi ex marido, también venezolano, se ha instalado en Panamá por esta circunstancia. A mi hija tampoco le anima mucho las noticias que nos llegan de allá. Ya desde muy chiquita, tiene la sensación de que la vida aquí es más ordenada y más fácil.” 
 
“Ser la primera generación es difícil porque, aunque tu país no te ofrezca lo que buscas en el momento presente, no puedes dejar de soñar con que la situación puede ser mejor en algún momento. Luego está el tema de tu familia, que siempre la echas mucho de menos. En mi caso, se que están incómodos porque tener una persona que responde a mi perfil- o más bien- al perfil que te asignan automáticamente, comporta una serie de complicaciones que no buscaron y tienen que estar siempre demostrando que son personas en las que no hay por qué desconfiar. Al final, uno se da cuenta que no es de un sitio ni de otro”.
 
Entre el sentimiento y la circunstancia
 
El caso de María puede ser un ejemplo interesante para conocer ese otro lado de la inmigración que no suele ser portada en los periódicos. Una persona que, aparentemente, tiene su vida resuelta- y más viniendo de un entorno que se ha presumido siempre elitista, aunque cada vez sea menos- y comprueba hasta qué punto, la falta de libertad y los clichés ideológicos pueden hacer que la vida de una persona de una vuelta de campana.
 
Quien esto escribe, ha traído a colación el ejemplo de María por dos motivos. Uno, el antes mencionado, muy ilustrativo de lo que está ocurriendo- y lo que están padeciendo- en un gran país como es Venezuela.
 
La segunda cuestión es el análisis de un sistema de migración por puntos, donde es muy difícil entrar y quedarse sin papeles, donde las puertas se abren o se cierran en función de las necesidades del país. Un proceso que responde a parámetros de realidad y responsabilidad, que es algo defendido desde estas líneas constantemente.
 
El resultado es que una inmigración ordenada ofrece un mundo de oportunidades tanto para los que están, como para los que llegan. Los primeros porque aceptan al recién llegado de buen grado y no sienten que constituya una amenaza, antes al contrario, colaboran plenamente en el proceso de integración, sobre todo, de esa segunda generación que puede llegar a ser una bomba de relojería como esta cuestión no esté bien atendida. Por otro, el que llega buscando horizontes y un futuro mejor, tiene amplias posibilidades de encontrarlo porque se le espera en el ámbito económico y social.
En un proceso como el que lleva Canadá no cabe la demagogia. Gracias a ello, personas como María, víctima de la misma, pueden vivir con dignidad.
 
 
Ana Ortiz es Analista Adjunta en el área de Inmigración y Seguridad Interior.