Bolivia: avanzando con paso firme hacia el pasado

por Gregorio Cristóbal Carle, 8 de mayo de 2007

Unos ciudadanos que terminan por concebir la falsa e irresponsable creencia  de su incapacidad manifiesta para decidir sobre su presente y su futuro, y que convencidos de su incompetencia terminan por ceder todos los poderes al “elegido”.
 
Si existe corrupción en el gobierno de un país de corte neoliberal, la izquierda caudillista justifica y fundamenta el hecho en la injusticia de un sistema que es intrínsecamente malo, pero si el caso acontece en otro gobernado desde el pensamiento revolucionario social-comunista, se trata de una desviación enmendable propia de la naturaleza humana, argumento que, por otra parte, es utilizado por el sátrapa de turno para que el delito queda impune ante los ojos de la condescendiente “justicia del pueblo”.
 
La teoría de la lucha contra la corrupción fue una baza inteligentemente utilizada por el actual presidente boliviano para acceder, de forma democrática, a las más altas instancias del poder, aunque posteriormente, los continuos escándalos vividos en el seno del gobierno y en el partido oficialista Movimiento al Socialismo le hayan delatado.
 
Realmente habría que ser un iluso para esperar otro resultado de un régimen que, asentado desde sus inicios en el continuo desprecio a las creencias  y principios democráticos, ha tomado como referencia las desastrosas experiencias vividas por el país en el pasado para imponer una forma de gobierno despótico e incompetente que llevará al pueblo boliviano de la nada al más absoluto vacío político y económico.
 
Y es que en cuestiones de economía está casi todo inventado y demostrado empíricamente. La fascinación por las virtudes del Estado empresario no es más que una falacia que termina por asentar la corrupción permanente en las instituciones públicas, anulando el interés de los particulares por asumir nuevos retos para mejorar económicamente y cercenado paulatinamente el pensamiento libre y los derechos individuales de los ciudadanos hasta hacerlos desaparecer por completo.
 
Falta algo más, y es que la  maquinaria dictatorial en materia económica quedaría del todo incompleta si no se termina de tergiversar la realidad despreciando visceralmente cualquier institución internacional que huela a neoliberalismo y libre mercado
 
En este sentido, tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial  no son  otra cosa  que instrumentos de la perversión  imperialista creados para limitar la sagrada soberanía de las naciones más pobres, subyugándolas en favor de quién sabe que oscuros intereses.
 
Siguiendo la argumentación lógica del régimen, si es que se puede encontrar algo de lógica en la actitud, gestos y ademanes del Sr. Evo Morales, hay que recuperar la riqueza que en su momento cayó en manos la inversión extranjera, unas empresas que en su momento respetaron la  legalidad vigente para adquirir activos en el país, y que han cumplido religiosamente los compromisos adquiridos.
 
La fórmula además de estar ya inventada se encuentra avocada al más rotundo de los fracasos. Se trata de nacionalizar cualquier actividad empresarial privada en manos del capital extranjero que genere beneficios, constituyendo el matiz de los beneficios la clave del interés por su confiscación.
 
En este sentido el producto estrella de la “revolución moral y silenciosa” del actual gobierno boliviano ha sido la reversión al Estado de las actividades relacionadas con la explotación de los hidrocarburos. Después de escenificar la nacionalización del sector instrumentalizando al ejército para que ocupara los oleoductos gasoductos y refinerías, y tras la creación de la empresa pública Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), se puede afirmar que los resultados del proyecto  no han podido ser más desalentadores.
 
Cinco personas han ocupado la dirección de la compañía en menos de un año, además, el aumento de beneficios previsto (del cincuenta por ciento al ochenta y cinco por ciento a favor del Estado) ha quedado finalmente en una famélica entrada promedio estimada entre el cincuenta y uno y el cincuenta y cuatro por ciento…eso sin contar con las dificultades y retrasos habidos en convalidación de los cuarenta y cuatro contratos con las petroleras extranjeras.
 
Tanto ruido para nada, la nacionalización solo ha servido para generar mayor inseguridad jurídica si cabe, por lo que  más pronto o más tarde la demagogia e irresponsabilidad manifiesta de los representantes del gobierno acabará pasando factura al pueblo boliviano.
Pero no debemos olvidar que Morales cuenta con el inestimable apoyo de Venezuela y midiendo las posibles consecuencias derivadas de sus decisiones arbitrarias el régimen se ha apresurado a adoptar una postura de defensa ante las más que probables demandas internacionales que interpondrán las firmas extranjeras. Así, ha decidido desvincularse de las decisiones adoptadas por el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a las Inversiones (CIADI).
 
En este sentido, el Presidente boliviano, obedeciendo otra vez las directrices del sátrapa Chávez ha osado afirmar lo siguiente: “Estoy convencido que hay organismos internacionales que solamente sirven para castigar a las naciones, a Estados, a los pueblos”, confirmando después su salida definitiva del órgano arbitral… ¿una muestra más de su manifiesto desprecio a las libertades desdeñosamente llamadas formales?
 
Las consecuencias no importan, lo que debe prevalecer es la imagen autárquica y todopoderosa de la revolución, aunque el Sr. Morales sepa perfectamente que su discutida decisión derivará más pronto o más tarde en la pérdida de competitividad del país en materia de atracción de inversiones extranjeras, además de incrementar la inseguridad jurídica y el riesgo.
 
Es indudable que si se analiza la estrategia utilizada por los líderes mesiánicos en Latinoamérica se puede concluir que es fácil de detectar, reconocible por su reiteración y no por ello menos efectiva. Es una lección bien aprendida bien aprendida de sus maestros por el avezado pupilo D. Evo Morales Ayma.
 
Se trata de alcanzar el poder total haciendo uso de la mentira repetida que imputa todos los males del país a la oposición, al libre pensamiento, a los blancos, a los mestizos, a las empresas ladronas que vienen del extranjero a quedarse con la riqueza nacional, a los que venden la patria, al sistema neoliberal, a las grandes potencias, al imperialismo de los EEUU, a la conquista española, al cuarto poder, al autoritarismo democrático y a Dios si fuere necesario… para luego instalarse en el gobierno de forma perpetua.
 
El Estado que todo lo puede provoca esa especie de ensoñación en el pueblo. Unos ciudadanos que terminan por concebir la falsa e irresponsable creencia de su incapacidad manifiesta para decidir sobre su presente y su futuro, y que convencidos de su incompetencia terminan por ceder todos los poderes al “elegido”, porque es el único capaz de recuperar el honor perdido y realizar un justo reparto de la riqueza nacional
 
Esta falsa e inveterada demagogia no daría los resultados deseados si no fuese aderezada por los apoyos que provienen de los movimientos izquierdistas más rancios del primer mundo (en especial la progresía asentada en ciertos países miembros de la Unión Europea), además de los preocupantes niveles educativos y de preparación política padecidos históricamente en las naciones latinoamericanas donde se ha implantado el caudillaje social-comunista.
 
Un caldo de cultivo que tarde o temprano tenía  que desembocar en la imposición de nefastos regímenes políticos que desprecian abiertamente las formas democráticas, fomentan el odio y el racismo entre sus iguales y crean situaciones graves de inseguridad jurídica y desgobierno.
 
En el caso concreto de Bolivia su máximo representante D. Evo Morales Ayma ha seguido los pasos del guión de forma indefectible. Saltó a la arena política como revolucionario anti-sistema, representando y defendiendo, con métodos poco ortodoxos, los intereses de productores de coca y campesinos de la zona del Chapare cohabambino, para más tarde hacer uso del descontento generalizado del pueblo en beneficio propio, que no es otro que el de la causa proletaria indígena social-comunista.
 
Ahora el país se encuentra bajo la ineficacia perversa de un iluminado que se ha empeñado en recuperar las tradiciones del panteón inca, y que ha instalado la corrupción y el autoritarismo en todos los ámbitos de poder con inocua excusa de refundar un Estado que se está conduciendo irresponsablemente hacia la muerte definitiva de los valores democráticos.
 
El Presidente alega que gobierna para el pueblo, y defiende sus tesis argumentando que lucha por perseguir y desterrar las prácticas corruptas de gobiernos anteriores, pero la realidad es muy tozuda y está mostrando que la situación, a día de hoy, es muy distinta.
 
Como ya han reconocido algunos dirigentes masistas la denominada 'revolución moral' lanzada con la finalidad de regenerar la vida pública, erradicar la corrupción y hacer frente a la impunidad instalada en el país no ha alcanzado los objetivos esperados, y, lo que es más grave, tampoco ha evitado que la mayoría de las irregularidades habidas en los catorce meses de gobierno apunten directamente a los integrantes del “Proyecto  Morales”
 
En este sentido varias autoridades y funcionarios gubernamentales, dirigentes políticos y sindicales del MAS se han visto involucrados en graves escándalos que el Presidente ha tratado de minimizar protegiendo a los culpables, no conociéndose a día de hoy que alguno de estos casos haya terminado con la sanción judicial del responsable y la reparación del daño causado al Estado.
 
Es más, el caudillo andino, con el estilo que caracteriza todas sus actuaciones, ha llegado a acusar a los enemigos de la revolución de buscar por todos los medios la caída del régimen del pueblo con la finalidad de favorecer oscuros intereses imperialistas, destruyendo lo ¿avanzado? hasta el momento.
 
La forma de afrontar las innumerables causas de corrupción indican las verdaderas intenciones de la revolución despótica-indigenista.
 
¿Por qué no actúa el gobierno ante casos flagrantes? La venta de visas a ciudadanos chinos, el negocio generado por los políticos vinculados al partido del gobierno con la venta fraudulenta de 'avales para cargos públicos', las oscuras negociaciones  en la firma de contratos con las petroleras, la persecución de los medios de comunicación que no comulgan con el régimen, el desprecio a las propuestas de autonomía avaladas constitucionalmente en las urnas, las continuas amenazas y coacciones al poder judicial, los casos de nepotismo y  abuso de autoridad todos ellos constituyen una clara muestra de las verdaderas intenciones del socialismo en el poder: La destrucción del a  Constitución Política del Estado como garantía de libertad y base de la convivencia pacífica entre todos los bolivianos.
 
Seguir los ejemplos y las consignas dogmáticas de Chávez y Castro no puede conducir a Bolivia por la senda de la libertad y la prosperidad económica…los hechos así lo refutan.

 
 
Gregorio Cristóbal Carle, es Consultor Internacionalización de Empresas. Profesor de Escuela Europea de Negocios (Bolivia). Árbitro Internacional ACAM.