AUKUS: No es la lengua, es la estrategia
Mucho se ha dicho ya sobre la sorpresiva alianza sellada hace una semana entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos (AUKUS) y casi todo con la explicación de fondo de que se trata de un eje, básicamente, de la angloesfera. Al fin y al cabo, esos países más Nueva Zelanda (también anglo) ya venían cooperando en material de inteligencia y captación de señales. Sin embargo, en esa prisa del mundo francés por ridiculizar todo lo que suena a anglosajón, se ha obviado una razón que es, en realidad, la causa y el pegamento que liga a esas tres naciones: la estrategia.
Sí, cierto, las tres naciones comparten la misma lengua, pero también comparten algo más. Australia y el Reino Unido son islas, geográficamente hablando. Y en Estados Unidos siempre ha dominado una visión insular de su sitio estratégico en el mundo. De ahí que las tres hayan siempre defendido la libertad de los mares, de quienes dependen. En conclusión, son angloparlantes, pero por encima de eso son potencias marítimas, con una clara estrategia naval.
Australia hace cinco años también hablaba en inglés y, sin embargo, en ese momento aspiraba a una relación constructiva con China, en la que veía un gran mercado. Ahora ya no. Y no se debe al idioma, sino a una actuación de Pekín expansionista en la región y muy agresiva con Australia desde que ésta pidiera una investigación independiente para estudiar y poder llegar a conocer el origen del coronavirus causante de la pandemia de Covid-19. No olvidemos que, tras el llamamiento de Camberra, China impuso unilateralmente un embargo a 14 productos australianos de gran relevancia económica y que a día de hoy aún se mantiene.
La nueva alianza que se materializará en la adquisición de submarinos de propulsión nuclear por parte de Australia, gracias a la ayuda tecnológica de sus otros dos socios, responde a una clara necesidad de compensar el creciente poder naval chino en la región y, en ese sentido, recuerda enormemente a la estrategia de contención y cerco de la URSS puesta en marcha en 1947 por Harry Truman. Sólo que entonces el foco estaba en las fuerzas terrestres y en la aviación estratégica. Ahora la nueva guerra fría se librará allí donde se siente más la amenaza, el mar.
Francia ha puesto el grito en el cielo y ha retirado a sus embajadores de Washington y Camberra en señal de protesta. Denuncia tejemanajes para perder un contrato de submarinos diésel que estaba en disputa con Australia. Pero la realidad es que su pesar no es lo económico sino haber quedado fuera de juego de ese claro deslizamiento del mundo hacia el Pacífico. Pero es que Francia -en realidad toda la UE- poco podría aportar a esta nueva alianza, sin capacidades estratégica en inteligencia, si una flota oceánica significativa y con grandes dificultades para proyectar fuerzas terrestres a gran distancia. La idea de una fuerza de evacuación de 5000 efectivos como “ejército europeo”, si se llega a materializar, es un chiste estratégico. Ni siquiera la OTAN, con su obsesión por Rusia cuenta en esto.
Lo cual nos lleva a otra serie de consideraciones. La primera, El Reino Unido ha podido participar en esta alianza precisamente porque ya no es miembro de la UE. De haber seguido dentro de ella, estaríamos discutiendo si el cocinero jefe de los nuevos submarinos tendría que ser francés o italiano. No olvidemos que el mismo día que se hacía pública AUKUS, Borrell presentaba a bombo y platillo la nueva estrategia de la UE para el Indo-Pacífico subrayando la necesidad de entendimiento y adaptación a China, con especial hincapié en la cooperación en los temas de biodiversidad. Claro, que de Borrell, que pide el entendimiento con los Talibán, cabe esperar cualquier cosa.
La segunda, que no hay nada como una urgencia estratégica para consolidar amistades. Ni lengua ni ideologías. Puros intereses estratégicos. Lo cual ha sido una gran decepción para los líderes europeos que estaban acostumbrados a culpar a Donald Trump de sus propias faltas. Esta vez ha sido el bueno de Joe Biden quien ha herido sus sentimientos: no sólo se va precipitadamente de Afganistán sin consultárselo, sino que fragua AUKUS en secreto y dejando a Europa fuera de juego. Para un continente que se cree la autoridad moral del Globo y poseedor de la verdad absoluta sobre lo que debe ser el mundo, es un duro baño de realidad.
Y si Europa ha quedado desnuda ante el mundo no digo ya España, que no cuenta ni siquiera en la UE. Nosotros a lo nuestro porque lo único que existe es la persona de Pedro Sánchez. Si se hace el sano ejercicio de mirar a un mapamundi y no situar el centro del mismo en el meridiano de Greenwich, sino en el que pasa por las Islas Marshall, verá que España queda al fondo a la izquierda. Donde los baños.