Asignando a los soldados el papel de víctimas de guerra
por James Jay Carafano, 25 de mayo de 2007
(Publicado en The Heritage Foundation, 9 de mayo de 2007)
Como miembros de una república democrática, los americanos somos libres de debatir cómo, o incluso si, debemos librar guerras.
Discutimos sobre si ir a la guerra, discutimos sobre cómo cierta guerra en particular está siendo dirigida y discutimos sobre su resultado durante años.
Hacemos todo esto porque a las democracias no les gusta la guerra. Las democracias creen que la guerra es el último recurso - por eso cuando se ven forzadas a luchar, quieren ver que al final se saque algo bueno de ella.
Pero siempre es posible que vayamos demasiado lejos en los debates de política. Cuando el debate sobre la guerra se convierte en algo que menoscaba a la sociedad civil que es la que permite sanos desacuerdos en tiempos de guerra, entonces hay un problema. Pasemos a considerar la última maniobra de MoveOn.org.
Este grupo ha anunciado que está lanzando un nuevo proyecto importante con nuestros colegas de VoteVets.org que usarán el poder del vídeo en Internet para propalar la verdad sobre cómo se sienten los veteranos y las familias de militares respecto a la guerra.
¿De verdad? ¿Todas las familias de los militares? Eso requerirá millones de vídeos.
No, el proyecto MoveOn.org se centra en ciertas familias, aquellas que se oponen a nuestras intervenciones militares.
Aunque no hay nada inapropiado en que los veteranos aireen sus firmes opiniones sobre operaciones en Irak o Afganistán, es impropio que saquen el uniforme que usaban para hacer una declaración abiertamente política.
Nadie debería jugar a la política con la vida de hombres y mujeres que llevan uniforme. Los que se opongan al curso de la guerra en Irak deberían encontrar otras formas de plantear sus argumentos.
Por supuesto, eso es exactamente lo que ha resultado ser tan difícil para cualquiera que se oponga a la implicación de Estados Unidos en cualquier guerra: Cómo demostrar oposición a la guerra sin dar la apariencia de estar en contra de los soldados.
A través de su historia, las plazas en el ejército americano han sido cubiertas por ciudadanos-soldados. Los críticos de la guerra de Irak han tenido que pensarse bien la forma de cómo dirigirse a sus compatriotas.
Después de todo, las guerras no pueden librarse sin soldados y cuando los críticos quieren acabar una guerra, a menudo se sienten forzados a plantear el caso de que sus vecinos - la gente misma que se encara a la muerte en el frente de batalla sirviendo a su país - están equivocados.
En la era de Vietnam, los opositores escogieron demonizar al ejército. La guerra, decían, era maligna y por lo tanto todos aquellos que libraban la guerra lo eran también.
Cuando John Kerry le dijo al Senado en 1971 que soldados americanos habían arrasado pueblos enteros en una forma que recordaba a Gengis Khan, simplemente estaba imitando la retórica de la época.
Afortunadamente, el apelativo el ejército es maligno no resistió el paso del tiempo.
La investigación Soldado de Invierno que citaba Kerry, por ejemplo, fue una colección de testimonios orales con el propósito de destacar las atrocidades de Estados Unidos. Pero demostró ser en gran medida un lío de afirmaciones sin documentar.
La historia muestra que los actos intencionados de barbarie, como la masacre de My Lai, fueron trágicas excepciones, nunca la regla.
Además, durante los 20 años siguientes, los oficiales subalternos y sargentos que lucharon en Vietnam mostraron ser muy duchos desarrollando el mejor ejército de la historia americana, por consiguiente no pueden haber sido tan malos después de todo.
Los que evalúan seriamente el movimiento antiguerra reconocen que demonizar al ejército fue un paso equivocado. Simplemente fue una ficción promovida para impulsar una agenda política.
Como resultado, hoy en día nadie intenta repetir el método Vietnam. Todos quieren apoyar a las tropas, admitiendo que deplorables incidentes como el de Abu Ghraib no representan el verdadero carácter de los millones de personas en uniforme.
Pero la tentación de jugar a la política nuevamente está siendo demasiado fuerte. Por tanto nace una nueva narrativa antiguerra: La retórica de los soldados son víctimas.
Algunos alegan que la carga de librar la guerra recae sobre los pobres e iletrados que no pueden encontrar otros trabajos. Sin embargo, los estudios analizando la distribución geográfica y los ingresos de los reclutas demuestran que no es el caso.
Representar a los miembros de las fuerzas armadas como víctimas podría ser una forma efectiva para que los grupos antiguerra se granjeen la simpatía de los demás. Pero el que sea efectivo no lo convierte en algo correcto.
El hecho de que los americanos discutan sobre el rumbo de la guerra en Irak no es un signo de debilidad americana; es el símbolo de la fortaleza más grande de una nación, una sociedad civil vibrante que puede ser inquisitiva e introspectiva incluso durante el transcurso de un conflicto.
Pero no deberíamos arrastrar al ejército en la discusión. Si nuestras misiones han de tener éxito, también debemos dejar que las tropas hagan su trabajo mientras que el resto de nosotros discute sobre lo que queremos que hagan.
James Jay Carafano, es investigador decano especializado en Defensa y Seguridad Nacional de Estados Unidos en la Fundación Heritage. Es autor del nuevo libro: G.I. Ingenuity.
©2007 The Heritage Foundation
©2007 Traducido por Miryam Lindberg