Argentina. Además de ladrones, desagradecidos

por Pedro Fernández Barbadillo, 23 de abril de 2012

(Publicado en La Gaceta, 23 de abril de 2012)
 
Muchos adjetivos se están aplicando a los peronistas a cuenta de la confiscación de YPF por el Gobierno de Cristina Fernández: populistas, demagogos, ladrones, corruptos, déspotas… Se recuerdan también las definiciones de los peronistas hechas por Jorge Luis Borges: “Son gente que se hace pasar por peronista para sacar ventaja” y “no son ni buenos, ni malos; son incorregibles”. Sin embargo, nadie en España les ha echado en cara otro de sus grandes pecados: la ingratitud.
 
Así se comportan ellos con sus compatriotas. Los peronistas boicotearon el tratado de paz que el presidente Raúl Alfonsín, del Partido Radical, quería firmar con Chile para enterrar la disputa sobre unos islotes en el canal de Beagle, zanjada por el arbitraje de Juan Pablo II, y que estuvo a punto de causar una guerra entre ambos países. Aunque en un referéndum los argentinos se pronunciaron a favor de ese tratado, la oposición peronista demoró la aprobación en el Senado; esta se consiguió por un solo voto.
El Partido Justicialista también se opuso a los proyectos de Alfonsín de privatizar varias empresas públicas. En los primeros meses de su mandato, el peronista Carlos Menem y los parlamentarios de su partido aprobaron en 1989 la Ley de Reforma del Estado, gracias a la cual comenzó la venta de todo el sector público, antes considerado intocable. Ahora otro Gobierno peronista, el de los Kirchner, comenzado en 2003, procede a la renacionalización de las mismas empresas vendidas antes.
 
El trato que dan los peronistas a los extranjeros, incluso a los gobernantes en las relaciones internacionales entre Estados, no es muy diferente, aunque de estos hayan recibido todo tipo de favores y apoyos. Veamos dos casos.

El generalato argentino fue a la guerra por las Malvinas sin haber buscado alianzas. El gobernante americano que más se implicó a favor de Argentina fue el presidente de Perú Fernando Belaúnde (1980-1985), sin recibir nada a cambio; en la jerga peronista, sobornos.
 
Comenzada la guerra abierta a finales de abril, los argentinos se hallaron pronto en una situación grave, ya que no podían sustituir el material que perdían, debido a los embargos aplicados por la Comunidad Europea, la Commonwealth y EE UU. Entonces el Gobierno peruano vendió al argentino 10 aviones de combate Mirage M5-P, y, para que llegasen a tiempo, las tripulaciones los llevaron en un vuelo secreto. El 14 de junio, antes de que los Mirage pudieran participar en la guerra, los argentinos se rindieron. Por último, Perú fue intermediario en el tráfico de armas entre Israel y Argentina.
Así agradeció el Estado argentino este apoyo. A Perú y Ecuador les separan disputas territoriales, que les han llevado a librar varias guerras. Entre 1941 y 1942 se enfrentaron en una guerra que concluyó con el Protocolo de Río de Janeiro, a cuyo cumplimiento y verificación se comprometieron los Gobiernos de EE UU, Brasil, Argentina y Chile. Los dos países volvieron a combatirse en 1981 y 1995. En este último año, armas y municiones argentinas aparecieron en poder de los militares ecuatorianos.
 
Comisionistas y altos cargos del Gobierno de Menem vendieron armamento a Croacia (en guerra contra Serbia) y Ecuador. El trato con el primer país parece que se debió a una petición de Washington. Sin embargo, no hubo mensajes de EE UU que pidieran a Buenos Aires el envío de armamento a Ecuador; se limitó a ser un simple negocio. En 2008, Menem y un ex ministro de Defensa fueron procesados y se abrió el juicio. Pero, después de 16 años de instrucción, el caso concluyó con la absolución de los acusados.
 
En 2003, cuando Néstor Kirchner acaba de asumir la Presidencia de Argentina en unos momentos en que el país sufría una terrible crisis, con un corralito incluido, el presidente del Gobierno español, José María Aznar, persuadió al de EE UU, George Bush, y al del Fondo Monetario Internacional, Horst Köhler, para que concediesen créditos extraordinarios a Argentina.
 
En una visita oficial a España realizada en julio de ese año, Kirchner declaró lo siguiente: “Quiero agradecer al presidente Aznar el trato, el recibimiento y el apoyo, presidente, que usted le dio a Argentina en nombre del pueblo español en momentos casi límites para nuestro país, para nuestras instituciones y para nuestra gente. […] Venir a agradecer a España es una tarea de nobleza de parte nuestra. Queremos profundizar fuertemente las relaciones bilaterales y hoy le podemos decir ‘gracias a España’ por la ayuda que nos dio el presidente con su pueblo en su momento”.
 
Menos de 10 años después, la viuda de Kirchner insulta a los españoles y manda a sus esbirros a echar de los despachos de YPF a “los gallegos”.
Al tratar con algunos argentinos conviene recordar la frase: “Donde un favor se hace, un ingrato nace”.