Argelia en el nuevo escenario internacional: la incógnita magrebí

por Marcos R. Pérez González, 7 de julio de 2006

Argelia se está mostrando desde hace pocos años como uno de los actores más relevantes en el entorno africano así como el mediterráneo. Los cambios operados como consecuencia de los ataques terroristas islamistas del 11 de septiembre del año 2001 en Nueva York, la guerra de Iraq, la nueva política pan saheliana de lucha contra el terrorismo auspiciada desde Estados Unidos, unido a las iniciativas argelinas en el marco de la Unión Africana así como la Liga árabe, y la posesión de grandes recursos petrolíferos y gasísticos, han convertido a este país magrebí en uno de los Estados más cortejados en los últimos tiempos desde la UE, Rusia, China y como no, Estados Unidos. La relevancia de algunas de las iniciativas de este país, en particular la incesante lucha contra el terrorismo así como la defensa de la estricta aplicación de las resoluciones de Naciones Unidas en el conflicto del Sahara Occidental, han convertido a Argelia en un Estado de referencia en materia de seguridad en el ámbito mediterráneo por un lado, además de granjearse el apoyo de dos grandes Estados africanos, como son Sudáfrica y Nigeria. Argelia se ha convertido de este modo en la gran incógnita magrebí, a expensas de las reacciones que su política exterior pueda suscitar entre sus vecinos inmediatos. De momento, tan sólo Marruecos parece inquietarse por ello.
 
Un camino plagado de incertidumbres
 
 Ciertamente, los inicios no fueron fáciles para Argelia. Un conflictivo proceso de descolonización parece haber generado, para bien y para mal, una conciencia colectiva en la clase política argelina y un sentir social que, además de unir al país en un proyecto común, generó indefectiblemente un estilo de gobierno autoritario, una sociedad anestesiada por la ideología nacionalista y una exacerbación del componente islámico del Estado que, a la postre, acabará fomentando el surgimiento de unas fuerzas sociales centrífugas y antisistema, representadas por el islamismo, cuya aparición a comienzos de los años setenta, no parecía presagiar el desastre que se avecinaba en todo el país y que finalmente, acabaría poniendo en cuestión, con la primera acción violenta en el año 1981, el modelo de Estado vigente hasta ese momento. Antes de ello, Argelia ya se configuró en los años inmediatos a la independencia en un actor de cierta importancia en el entorno magrebí, en particular debido al conflicto fronterizo mantenido con Marruecos y que desembocaría en la conocida como guerra de las arenas, en 1963, la integración del país en la órbita de influencia soviética en plena guerra fría y finalmente, al hacerse valedora de la defensa del pueblo saharaui ya en los años setenta. La animadversión existente con Marruecos, alimentada por lo general a través del nacionalismo marroquí en mayor medida que el argelino, tan sólo parecerá mitigarse con motivo de la firma del tratado de Ifrán en 1969 y el de Tlemecén en 1970, con escasa virtualidad práctica, pues los acuerdos de cooperación con Marruecos no se pusieron en práctica y porque el reino alauita, parece no haber renunciado en el fondo a esa revisión de fronteras. En cualquier caso, será el expansionismo territorial marroquí el detonante de una tensión que aún persiste entre los dos estados magrebíes, apenas atenuada tras la creación de la UMA en el año 1989. No son las relaciones con Marruecos el único elemento de juicio que deba analizarse para comprender la evolución de la política exterior argelina, aunque sí de los más importantes. Aún así, conviene no perder de vista algunos de los acontecimientos más relevantes que han sucedido en Argelia durante las últimas cuatro décadas para comprender la importancia y el alcance de las transformaciones que se han operado en la actualidad, en concreto desde la ascensión al poder de Abdelaziz Buteflika en el año 1999.
 
En efecto, tan sólo un año después de la independencia de Argelia, en 1963, el Gobierno crea un régimen de partido único, aspecto recogido en la propia constitución, aderezado todo ello seis años más tarde, momento elegido para nacionalizar gran parte de la industria argelina, circunstancia que denotaba una socialización creciente de la economía y la política argelina, consecuencia de las directrices emanadas desde el partido político oficial, el FLN y que no escondía las simpatías de éste hacia el ya extinto bloque soviético. La década de los años setenta se inaugura con la aparición en escena del conflicto del Sahara Occidental, ante el cual, los sucesivos gobiernos argelinos han mantenido la misma posición inalterada durante los años posteriores. Junto al conflicto saharaui, la socialización de la economía argelina siguió dando nuevos pasos, ya que en el año 1971 se nacionalizan igualmente los oleoductos existentes, el gas natural así como los bienes de las compañías petrolíferas francesas en Argelia, abogando el Estado por una legislación a favor de la socialización de las empresas. Las medidas argelinas parecían abocar a este Estado a un enfrentamiento larvado con el área occidental, encarnado en aquel momento por Estados Unidos en plena guerra fría. No es de extrañar que Estados Unidos acabara apoyando a Marruecos en la anexión del Sahara Occidental, si se analiza este hecho desde la óptica del enfrentamiento con la Unión Soviética y su área de influencia. No olvidemos que Argelia fue también uno de los países organizadores del boicot petrolero durante la guerra del Yom Kipur.
 
Los pasos de Argelia parecían reorientarse en los años ochenta del pasado siglo por nuevos cauces, como pone de manifiesto la represión contra el movimiento bereber de la Kabilya, problema omnipresente desde entonces en la política argelina, además del desarrollo de una política de arabización e islamización de las instituciones argelinas así como la propia sociedad, como ponen de manifiesto algunas medidas adoptadas, en particular la consideración del árabe como única lengua de la administración, consideración del Islam como un elemento de progreso y la elaboración de una legislación civil que discriminaba a la mujer por estar fundamentada en preceptos islámicos. Se habría producido una especie de “argelinización” de la administración y la legislación en aquel país[1]. Argelia continuó siendo durante la década de los años ochenta un país con un fuerte intervencionismo estatal en todos los ámbitos de la vida política, económica y social, siendo uno de los detonantes de la galvanización a finales de esa década de la corriente islamista como principal oposición en la calle, ya que las instituciones representativas seguían controladas por el FLN. En cualquier caso, los cambios más trascendentales se producen a partir de 1988, momento en que se reactivan las relaciones diplomáticas con Marruecos y se procede a una reforma de la Constitución, circunstancia que provoca la separación definitiva entre el Estado y el partido único, hasta entonces el FLN. Se inicia una era de multipartidismo que, como era de esperar, fue aprovechada por el islamismo. Antes de ello, se firmará en 1989 en Marrakech el tratado fundacional de la UMA. En menos de veinte años, Argelia pasará de ser un Estado socialista de partido único a uno multipartidista, de una economía socializada a una simplemente intervenida y más abierta al exterior, de una sociedad plural a otra fundamentada en la arabización e islamización de la conciencia colectiva aderezado con una represión hacia el movimiento Kabilio a la par que se producía una legalización del islamismo, en concreto el FIS, en 1989. Sin lugar a dudas una situación confusa que acabará generando un conflicto civil y político tan sólo comparable al sufrido durante los últimos años de colonización francesa en la zona. Tal vez esta breve reseña de algunos de los hechos más relevantes de la reciente historia argelina puedan servir para calibrar las importantes reformas emprendidas desde el acceso de Abdelaziz Buteflika al poder en 1999. Argelia habría padecido demasiados problemas internos, situación que ha mermado durante casi tres décadas su capacidad para proyectarse como actor relevante en el ámbito internacional y el regional, con excepción del apoyo prestado al Frente Polisario en la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental. Pese a ello, algo parece haber cambiado definitivamente en el escenario argelino.
 
Una década perdida y un nuevo proyecto político
 
En efecto, los años noventa del pasado siglo pueden considerarse otra década perdida si no fuera por las consecuencias de lo que muchos han calificado como una guerra civil o como la nueva guerra de Argelia[2]. El ascenso del islamismo, la aparición del terrorismo y la escasa virtualidad del multipartidismo en Argelia, con un malogrado proceso de transición a la democracia, parecen ser los rasgos esenciales de este convulso período, cuyo punto de inflexión se producirá en el año 1999 tras el ascenso de Abdelaziz Buteflika al poder.  En cualquier caso, no conviene perder de vista algunas de las incongruencias en las que cayó el Gobierno argelino durante los dos años inmediatos al inicio de las hostilidades, así como de la estrategia adoptada durante el conflicto. Así, lo primero que llama la atención es el denodado esfuerzo del Gobierno argelino por legalizar el islamismo y hacerlo partícipe de los procesos políticos de transición a la democracia. Es curioso, pero ese empeño en reconocer el islamismo impedirá a su vez el comienzo de la transición democrática argelina. Además, también es incongruente, en la medida en que mientras se legalizaba el FIS, se reprimía igualmente el movimiento kabilio, un movimiento social de carácter reivindicativo, en especial en lo que respecta a las aspiraciones de tipo cultural que planteaba este sector poblacional. La campaña a favor de una islamización de la sociedad argelina por parte del propio Gobierno haría el resto. Así, el islamismo, legalizado en 1989, conseguirá ganar las elecciones municipales en 1990, poniendo en práctica un programa de gobierno de carácter totalitario. Estas lecciones deberían tenerse en cuenta en la actualidad, en particular por aquellos que muestran una cierta condescendencia respecto al islamismo, al que conviene no dejar ocupar ninguna parcela de poder. La arriesgada apuesta del Gobierno argelino en aquellos años no obtuvo los frutos esperados, tal vez por un exceso de confianza del FLN que, o no quiso ver la marea islamista que se preparaba en Argelia, o simplemente actuó con un oportunismo político irresponsable. El resultado fue devastador y mostró además que el islamismo armado ya estaba organizado para actuar, pues su primera acción se producirán en noviembre de 1991, un poco antes de la celebración de las elecciones legislativas que darían una amplia victoria al FIS. El resto de la historia es conocida.
 
Pero la guerra de Argelia también ha mostrado un aspecto quizás menos conocido, en particular en lo que respecta a la organización y estructuración del poder en el país. Así, además de la existencia de un partido-Estado como el FLN, también quedó de manifiesto la existencia de diversos círculos de poder, en particular el Ejército, los servicios de seguridad argelinos e incluso la propia oligarquía que controlaba los recursos petrolíferos.  De este modo, la lucha contra el terrorismo desde el año 1992 mostró de facto una desarticulación de la estructura de poder en Argelia, elemento que podría explicar los problemas del Estado para hacer frente a la guerrilla terrorista islamista, en particular durante los primeros años de conflicto. En cualquier caso, quizás fuera el Ejército el pilar más importante en los primeros años de guerra, no sólo por las acciones puramente de carácter militar que emprendieron, sino también por la excesiva influencia y control ejercido en el seno del FLN, acusaciones de violación de derechos humanos y finalmente, como artífice del aborto del que constituyó el primer intento de alcanzar un acuerdo para encontrar una solución política y pacífica a la crisis argelina en 1995, auspiciada por la comunidad católica de San Egidio, en Roma. A unos pocos años vista, la guerra de Argelia aparece en toda su crudeza y nos revela una serie de informaciones, entonces desconocidas, como era la existencia de varias bandas armadas, algunas de ellas conectadas con Al Qaeda.
 
El terrorismo islamista data en Argelia de los años setenta del pasado siglo, aunque el primer grupo armado reconocido surgirá en 1982, el Movimiento islámico argelino, con indudables conexiones con el FIS, nacido unos años más tarde. En cualquier caso, lo más relevante será la división operada en el seno de este entramado islamista formado por el FIS y el MIA, ya que una disensión interna dará lugar al nacimiento del GIA en 1993. Nuevos problemas internos creará en 1998 el Grupo salafista para la predicación y el combate, el GSPC, vinculado a Al Qaeda. Esto demuestra que no existe ningún movimiento político ni terrorista monolítico, siempre hay espacio para la disensión. Esto podría explicar también el recrudecimiento de la guerra argelina, en la medida en que surgieron más grupos terroristas, algunos independientes, haciendo aún más complicada la lucha del Ejército contra ellos.
 
Un aspecto relevante del conflicto argelino ha sido igualmente la escasa internacionalización del mismo, con excepción de los últimos años en los que se confirma la relación entre Al Qaeda y el GSPC. Pese a ello, la explicación es variada y responde al hecho de haber sido considerado en un principio un conflicto de “baja intensidad”[3]desde Occidente, la propia opacidad del Gobierno argelino en el tratamiento de la cuestión, en particular desde un punto de vista informativo, la negativa a recibir ayuda exterior y por último la coyuntura internacional del momento, en el que quizás no se prestaba toda la atención que merecía el fenómeno transnacional del terrorismo islamista. A pesar de la crudeza de algunos combates entre el Ejército y la guerrilla así como los atentados y matanzas proferidos por los terroristas argelinos, Argelia modificará su constitución en 1996, momento escogido para prohibir los partidos políticos de corte islamista y regional, aún vigente. Junto a ello y en lo que parecía la primera fisura importante en la corriente islamista, el AIS, brazo armado del FIS, decide declarar una tregua unilateral en 1997, aspecto importante ya que dos años más tarde, bajo gobierno de Abdelaziz Buteflika, se optará por aprobar la ley de concordia nacional, que permitirá la reinserción de miles de islamistas sin delito de sangre, además de la deposición de las armas por unos 6000 terroristas. Esta situación mostró dos aspectos esenciales para entender el encauzamiento del problema argelino. Por un lado la progresiva desintegración del que en su inicio fue un monolítico movimiento islamista argelino y en segundo lugar, la actuación política en dos frentes, en particular desde el ascenso de Abdelaziz Buteflika al poder, a saber, uno el puramente militar y otro el institucional, logrando algunos acuerdos para la reintegración de los islamistas en la vida civil y el cese paulatino de la violencia, aspectos que mostraban la existencia de un nuevo proyecto político para Argelia. De este modo, el dirigente argelino se configura como una de las piezas clave, no sólo para entender la evolución del conflicto argelino hasta su estado actual sino también para entender el cambio de rumbo que inicia Argelia a comienzos del siglo XXI, configurándose como un actor regional de cierta importancia, aspectos que conviene analizar, sin perder de vista la historia seguida por el país durante el pasado siglo XX, pues podría volver a cometer algunos de los errores que privaron al país magrebí de la estabilidad necesaria para entablar un proceso de desarrollo estancado desde hace años.
 
Abdelaziz Buteflika y el nuevo papel de Argelia en el ámbito internacional
 
 Ciertamente, la llegada de Abdelaziz Buteflika parece haber impreso a Argelia, en particular durante su segundo mandato, una nueva orientación a la política del país, tanto desde un punto de vista interno, como en el entorno internacional. Uno de los rasgos del nuevo presidente, fue su empecinamiento en contar con el suficiente respaldo del Ejército para presentarse a las elecciones presidenciales. Tal vez fuera este el temor que le acuciaba cuando decidió no aceptar la presidencia en 1994, momento en el que el terrorismo había incrementado su intensidad en Argelia. En cualquier caso, sería el propio Ejército el que le llamaría en 1999. Buteflika había logrado al fin el consenso necesario en el seno de las Fuerzas Armadas, circunstancia que muestra la importancia que tiene la institución militar en la política argelina. El nuevo presidente argelino se planteó durante su primer mandato el logro de la pacificación del país, eso sí, sin desdeñar el inicio de una serie de relaciones en el ámbito internacional, en particular dentro del propio continente africano. De hecho, una de las primeras medidas adoptadas será la organización en Argel de una cumbre de la OUA, más tarde Unión Africana. Pero sin duda, la aprobación de la nueva Ley de Concordia civil, para el cese armado de los terroristas y la reintegración social de quienes no tuvieran delitos de sangre, será el hecho más importante de este período, circunstancia que ha permitido la reducción de los atentados y acciones armadas así como una progresiva participación del islamismo en la política argelina, representado en la actualidad por tres partidos políticos, a saber, El islah o movimiento por la reforma nacional, el MSP o movimiento social por la paz, con varias carteras en el Gobierno argelino y por último, una pequeña formación, Ennahda.
 
Desde su ascensión al poder, la política argelina se ha desarrollado en tres frentes claramente diferenciados, a saber, colaboración con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, acercamiento a la Unión Europea mediante la negociación de un acuerdo de asociación a la par que se negocia el ingreso del país en la Organización Mundial del Comercio y por último, el viraje africano, nunca perdido pero sí intensificado en los últimos años, además de proponer alguna iniciativa en el seno de la Liga Árabe. Estos tres frentes no deben obviar las relaciones particulares que mantiene Argelia con algunos países del entorno, en particular Marruecos y como no, Francia. Pese a ello, las tres líneas apuntadas definen el papel que Argelia busca en el ámbito internacional, circunstancia que está permitiendo su conversión en un actor relevante e influyente en su entorno regional, además de asumir la necesidad de integrarse en un entorno internacional condicionado por los procesos de globalización. De este modo quedarían trazadas las grandes líneas de acción de la política argelina, condicionadas en cierto modo por dos factores relevantes, en particular la lucha contra el terrosismo islamista y en segundo lugar la posesión de grandes recursos en hidrocarburos, aspectos que podrían explicar el acercamiento de Estados Unidos hacia este país.
 
En efecto, la relación con Estados Unidos, fría durante los años posteriores a la independencia y alejada en los peores momentos del conflicto argelino en su lucha contra el terrorismo, cambiará a raíz de los primeros contactos del islamismo argelino con Al Qaeda, en concreto en 1998, tras la adhesión del GSPC a la internacional yihadista creada por Bin Laden. El objetivo de Al Qaeda era crear una base de operaciones cercana a Europa para cometer atentados terroristas en el viejo continente. Pese a ello, serán los atentados del 11 de septiembre los que enciendan la luz de alarma en la administración norteamericana, pues se confirma la existencia en el seno del GSPC de miembros buscados por el FBI. A su vez, unos días antes de los atentados terroristas del 11 de septiembe, Al Qaeda enviará un emisario a Argelia con el fin de evaluar la situación en la que se encontraba la Yihad en este país así como la infraestructura existente para instalar una base de operaciones en la zona. Será a su vez el momento elegido para dividir Africa del Norte y el Sahel en tres zonas de actuación del terrorismo islamista, a saber, zona norte, Sahara argelino, Mauritania y Mali por otro lado y finalmente, zona suroeste, compuesta por el Chad y Niger[4]. Todo parece indicar que Bin Laden también mantuvo contactos con el grupo islámico combatiente marroquí, su homólogo libio e incluso con el frente islámico tunecino, autor del atentado de la sinagoga de la isla de Djerba, en el 2002. Estos hechos no pasaran inadvertidos para Estados Unidos, que desplegaran una serie de acciones en el Magreb para contrarrestar la influencia de Al Qaeda. En este marco se inscribe el proyecto pansaheliano de lucha contra el terrorismo, en el que está implicada Argelia. La colaboración de Argelia y Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo islamista se habría incrementado, teniendo en cuenta que Argelia ocupa un lugar estratégico de cierta importancia, por su extensión territorial, su ubicación en el centro del Magreb, y las conexiones con el África saheliana. Así, habría permitido el asentamiento de algún destacamento norteamericano así como alguna base de telecomunicaciones en el desierto, además de proceder a la compra de algún material a Estados Unidos para equipar convenientemente a algunas unidades del Ejército, con el fin de mejorar su eficacia en la lucha antiterrorista. Finalmente, la realización de maniobras conjuntas, entre Argelia y Estados Unidos, en concreto en el 2005, en la operación Flintlock, junto a otros países magrebíes y sahelianos, mostraría un alto grado de cooperación entre ambos países, aderezado con la posibilidad del levantamiento del embargo para la venta de armas, impuesto a Argelia en 1994.
 
Junto a esta colaboración de Estados Unidos en la zona, también habría que tener en cuenta la voluntad argelina de participar conjuntamente con las fuerzas de la OTAN en el Mediterráneo. En efecto, da la impresión que Buteflika pretende convertir a Argelia en un país en el que se pueda delegar cierta responsabilidad para el mantenimiento de la estabilidad en el mediterráneo. De hecho, en el 2004 acogerá a una parte de la flota de EUROMARFOR en sus puertos, síntoma de las pretensiones argelinas en materia de seguridad. Finalmente, el éxito de la lucha de Argelia contra el terrorismo tendrá su colofón con el anuncio por el Ministerio del Interior en el año 2005 del desmantelamiento de los últimos grupos armados del GIA. 
 
Si el terrorismo ha permitido a Argelia un progresivo acercamiento a Estados Unidos, ello no ha impedido el mantenimiento de algunas líneas tradicionales en su política exterior, en particular el interés en fortalecer la OUA primero y la Unión Africana después, como foro en el que discutir aquellos asuntos que en cierto modo conciernen al continente africano, entre ellos, la solución de los conflictos regionales, entre los que se encuentra la ocupación militar del Sahara Occidental por Marruecos.  En efecto, Argelia siempre se mostró tras la independencia como un país comprometido en la lucha anticolonial, el movimiento panárabe y como no, la concertación africana para la solución de los problemas del continente. A pesar de la guerra contra el terrorismo durante los años noventa del pasado siglo, Argelia llegará a mediar entre Etiopía y Etritrea en la búsqueda de un proceso de paz y una solución negociada para la consecución de la independencia de este segundo territorio. El compromiso con el proceso de descolonización sigue aún activado en el conflicto del Sahara Occidental, siendo Argelia el valedor del referéndum de autodeterminación en la antigua colonia española, apoyado esta vez por Estados como Sudáfrica y Nigeria, aspecto que ha permitido la creación de una mecanismo de concertación entre los tres países, con el fin de buscar soluciones africanas a los problemas africanos. La dimensión africana de la política exterior argelina contrasta con la de un país como Marruecos, excesivamente aislado durante el siglo pasado de las instituciones africanas y que en la actualidad intenta crear una zona de influencia en la región saheliana y la costa atlántica. En cualquier caso, la influencia de este país es aún insuficiente, en particular para ganar apoyos en su pretensión de anexionarse definitivamente el Sahara Occidental. Argelia ha vuelto a aparecer como mediador en un nuevo conflicto generado en el norte de Malí entre el Gobierno y la guerrilla tuareg, circunstancia que muestra una vez más el grado de compromiso de la diplomacia argelina en el continente. Junto a ello, también ha defendido una reunión de alto nivel entre la UE y la Unión Africana en materia de inmigración, a diferencia de Marruecos, cuya pretensión es convocar en Rabat en el mes de Julio a algunos países europeos y africanos para tratar la cuestión. Una vez más queda manifestada la diferente voluntad entre un Estado y otro a la hora de tratar cuestiones que afectan al continente africano. Finalmente, un aspecto que no conviene pasar por alto es la  naciente pretensión argelina de reformar las instituciones y mecanismos de decisión de la Liga Árabe, aspecto apoyado por el vecino Túnez y que no esconde la voluntad de Argelia de convertirse también en actor relevante no sólo en África o el Magreb sino también en el seno del mundo arabo-islámico.
 
El último ámbito en el que Argelia está mostrando una frenética actividad es el relativo a las relaciones con la UE, en parte debido a los intereses compartidos en materia de hidrocarburos ya que la UE es el mayor comprador de Argelia, la voluntad argelina de firmar un tratado de asociación con la UE y por último sus potencialidades como actor relevante en el ámbito de la seguridad en el Mediterráneo. Sin duda una carta de presentación que no deja de causar una cierta desconfianza en el vecino marroquí, que ve como el tradicional equilibrio de poder existente entre ambos países comienza a tornarse del lado argelino. El último ámbito donde habría sido escenificada esa ruptura sería el militar, con la compra masiva de nuevo material por parte del Gobierno argelino.
 
El Gobierno argelino parece haber trazado con claridad los grandes ejes en los que va a basar su acción exterior en los próximos años. Pese a ello conviene tener en cuenta algunos elementos que podrían trastocar en cierto modo los planes inicialmente establecidos. De este modo, en primer lugar hay que considerar la estabilidad política argelina que dependerá de aquí a pocos años de la continuidad o no que se le dé a la acción política iniciada por Abdelaziz Buteflika. A su vez, también hay que considerar la evolución del islamismo en Argelia así como de los pequeños grupos terroristas que aún permanecen en activo y los que podrían reactivarse en el futuro. La evolución de la sociedad argelina también es un aspecto relevante, pues en la actualidad, la sociedad sufre todas las incoherencias típicas de cualquier país islámico, con dos tendencias claras, una, la más tradicional, tendente a una mayor islamización de todas las capas sociales y las instituciones y otra, más abierta, que propugna algunos cambios, en concreto en materia de derechos, igualdad, y equiparación legal entre hombres y mujeres. Junto a ello no hay que desdeñar las reformas económicas, las que están en trance de producirse y las que quedan por hacer, en particular una mayor apertura de la economía y el mercado argelino al exterior. Por último, no es menos importante la acción política concertada con los países vecinos, aspecto remarcado por Estados Unidos en la colaboración con los Estados magrebíes. Así, la reactivación de la UMA es algo deseado tanto desde Estados Unidos como la UE y el Fondo Monetario Internacional. Por otro lado, la rivalidad entre Argelia y Marruecos, alimentada por algún contencioso pendiente como es la descolonización del Sahara Occidental, bajo ocupación militar marroquí, es un punto de discordia que sigue impidiendo en la actualidad una mayor fluidez en las relaciones entre estos dos Estados. El tiempo parece correr a favor de Argelia por primera vez tras su independencia. Pese a ello, las tensiones existentes con la antigua metrópoli colonial, Francia, muestra las dificultades y problemas que genera la materialización de cualquier ambición política en el ámbito internacional. Atemperarlas es labor del Gobierno argelino y ello con el único fin de lograr una mayor legitimación en su acción exterior.

 
 
Marcos R. Pérez González es un sociólogo analista internacional.
 
 
NOTAS


[1] Stora.B. “Algerie-Maroc, histoires paralleles, destins croisés”. Editorial Maisonneuve et Larose, 2002.
[2] Malti. D. “La nouvelle guerre d’Algerie. Dix clés pour comprendre”.Centre Tarik Ibn Zyad pour les etudes et la recherche, 2001.
[3] Op.cit
[4] Jeune Afrique L’intelligent, nº2327, 14-27 agosto de 2005