Apoyar al gobierno de Sánchez es traicionar a los españoles

por Rafael L. Bardají, 25 de marzo de 2020

Sánchez pide unidad y sus voceros demandan que no se critique al gobierno en plena crisis, pero hay sobradas razones de peso para no apoyar a un gobierno que se ha equivocado desde el principio y que sigue sin corregir un curso que nos ha colocado en la lamentable posición de ser el tercer país con más fallecidos por coronavirus y el segundo por muertos por millón de habitantes. Los españoles no se merecen más a este gobierno irresponsable. 

 

En primer lugar, porque un presidente que, por ignorancia, irresponsabilidad o un cálculo de riesgo equivocado deja que su propia familia se contagie e impulsa a que una buena parte de sus ministros enfermen, no es una persona en la que los españoles puedan depositar ya su confianza para mantenerse a salvo del coronavirus. De hecho, sanitarios, cuerpos de seguridad del estado, militares, farmacéuticos, transportistas, vendedores de supermercado y todos aquellos que tienen aún contacto directo con el público, sano, asintomático o enfermo, ya saben que este gobierno le ha dejado vendidos frente al virus, al ser incapaz de encontrar los medios de protección necesarios para seguir desempeñando sus tareas sin riesgos innecesarios. No en balde, España es el país con más personal sanitario contagiado.

 

En segundo lugar, un gobierno que busca obtener réditos políticos con esta emergencia sanitaria, a cualquier coste e incluso poniendo en riesgo más vidas, no se merece ningún apoyo. No es ya que se aprovechara torticeramente Sánchez del real decreto de la alerta para colar a su vicepresidente en la comisión de control del CNI o que permita calladamente que los indultos a los separatistas catalanes puedan seguir su curso y acabar en la calle antes de que se venza esta pandemia, o que el ministerio en el que manda y ordena Pablo Iglesias saque una guía social sobre el virus cuya columna vertebral son las críticas al PP, es el asedio a los gobiernos regionales que no son de su partido, el ataque permanente a la presidenta de Madrid y al alcalde de la ciudad, las constantes alusiones deslegitimadoras a la empresa privada, incluida la sanidad donde eligen curarse sus allegados, y la falta de reconocimiento alguno a la generosidad de personas como Amancio Ortega y todos esos otros anónimos que se han puesto a combatir con sus propios medios la escases de recursos destinados a nuestros sanitarios. No hemos visto a nadie en la sede del PSOE o Podemos, ni en la farándula, ni en cientos de ONGs que viven de nuestro dinero, ponerse a coser mascarillas. A las carmelitas descalzas de Badajoz, sí, por poner un solo ejemplo. Mientras los españoles se vuelcan para dominar la enfermedad, el vicepresidente Iglesias, con la inacción del presidente, se dedica a asaltar nuestra democracia. Ahí está la cacerolada contra su majestad Felipe VI y sus propuestas del fatídico Consejo de Ministros donde quería nacionalizar todo y que sólo sirvió para retrasar unas medidas que ya llegaban tarde.

 

En tercer lugar, un gobierno que nos miente permanentemente no puede esperar que le apoyemos.  Tras ignorar el nivel de amenaza y negarse a oír a quienes pedíamos medidas más férreas, como el cierre de fronteras, primero con China y luego con Italia, el gobierno decidió recurrir a un lenguaje mentiroso. Hablaba de “estrategia de contención” para que los españoles creyeren que estaban haciendo algo, cuando lo único que hacían era informar y pedir que, si no se tenían síntomas, a pesar de venir de zonas de riesgos, prosiguiéramos con nuestra vida normal. Lo siguiente, la “contención reforzada” apenas tuvo vida, porque ya Italia cerraba su espacio aéreo. Eso sí, ese refuerzo no impidió que miles de italianos llegaran a Barajas a través de nuestras aerolíneas que sí seguían volando a Italia. Mucho peor, ahora se excusan por la falta de equipamiento diciendo que todo el mundo lo está demandando y que el mercado se ha puesto muy competitivo. Mentira. Hay fabricantes de respiradores, mascarillas, viseras, batas y todo tipo de protección que están listos a enviarlos en menos de una semana, pero el gobierno, que es mal pagador, es el que no quiere gastarse el dinero como se lo están gastando nuestros vecinos: pagando sin demora. Nuestra administración, como cualquier suministrador sabe, paga tarde, muy tarde, y mal. Y eso es lo que nos echa del mercado mundial ahora, no la falta de producción. Y si el gobierno es tan ignorante de no saber encontrar a esos proveedores, que me pregunte, que le regalo unas cuantas direcciones. Ahora dicen también que han seguido a rajatabla las recomendaciones de la OMS, cuando sabemos perfectamente que no, que no escucharon a esa organización, ni a los técnicos de la UE. Los desoyeron con tal de no cancelar las manifestaciones del 8M. Esa es la única verdad. En el mejor de los casos creerían que se traba de una gripe más fuerte; en el más desalmado, que sólo afectaba a los mayores y ellos eran jóvenes.

 

En cuarto lugar, un gobierno que ha agravado la crisis y que sigue sin saber cómo lidiar con ella, no puede ser la solución a la misma y por eso se merece ser condenado, no apoyado. El gobierno no se tomó en serio la gravedad de la pandemia y ha estado dando tumbos desde el primer momento. Escondido tras sus supuestos expertos y científicos, se nos dijo que las mascarillas no servían para nada, pero ya sabemos que sí son de utilidad; también se nos dijo que los tests no eran necesarios y ahora quieren hacernos creer que están realizándolos a mansalva, aunque la realidad es que nunca acaban de llegar. Aún peor, el gobierno no tiene ni idea de cómo lidiar con la enfermedad. Los tests, nos dice el máximo experto gubernamental, Fernando Simón, se realizarán solamente a quienes presenten un cuadro clínico de infección respiratoria agudas, lo que es un grave desperdicio y una irresponsabilidad más.  Es como si este gobierno se hubiera rendido al virus y lo único que espera es que acaben los fallecimientos cuanto antes, sean los que sean.

 

El gobierno ha optado porque nos contagiemos todos los españoles, pero lentamente. Y eso es una grave dejación de sus funciones. Nos quiere convencer de que no hay otro curso de acción y que lo mejor que se puede hacer es “aplanar” la dichosa curva. Pero no es verdad. Hay alternativas. Y si la oposición se pliega a sus designios, será porque no tiene ni una sola idea y será cómplice de los errores del gobierno y de todos los muertos que se produzcan en nuestro país. No lo olvidemos. La lealtad institucional no se puede mantener con alguien que nos lleva al precipicio sanitario y al económico. Doblando los enfermos cada tres días (cuando en China eran cada 6) y hundiendo nuestra riqueza por horas.

 

Hay alternativas, claro que las hay. Teóricamente, a fecha de hoy, son 40 mil los contagiados, de un país de 45 millones de habitantes. Supongamos, cosa que no cuenta el gobierno, de que, por cada caso detectado, hay 20 no detectados, algo en línea con lo que pasó en China, eso nos da 800 mil. Menos de un millón hoy. Si los tests se dedicaran a identificar a todos los portadores, sintomáticos y asintomáticos, se podría saber con precisión cuánta gente necesita una cuarentena. Digamos que ese millón de personas ha estado en contacto con otros 10 millones susceptible de contagiarse. 11 millones no son los 45 de España. Bastante menos. 

 

Hoy, en pleno Siglo XXI, hay tecnologías que permiten rastrear con total fiabilidad los movimientos de las personas. Todos, conscientes o no, vamos cargados de elementos de geolocalización. Las forres repetidoras de las compañías telefónicas saben perfectamente quién está en su radio de acción en cada momento. Lo que otras naciones han aplicado con éxito en la lucha antiterrorista se puede -y se debe- aplicar para vencer la pandemia. El objetivo no es el que se plantea este gobierno (saber cuántos enfermos hay) sino identificar a los portadores y fragmentar la sociedad por grupos de riesgos de tal forma que se proteja a los más débiles frente a la enfermedad, pero el resto de la población pueda seguir con sus tareas, con unas mínimas medidas de seguridad que, en ningún caso, colapsarán nuestra economía, que es lo que va a conseguir la estrategia equivocada de Sánchez y sus socios.

 

La política del gobierno nos ha dejado a los pies del virus. Y de continuarla sólo nos queda esperar a que enfermemos, más pronto o más tarde. Pero todavía estanos a tiempo de cambiarla. No hemos llegado ni de lejos a los números cuando todo sea ya tarde. Este gobierno no lo va a hacer porque más de la mitad de sus miembros están más interesados en cambiar el régimen del 78 y traernos una república bolivariana que en curarnos. 

 

Si la oposición le da de nuevo su apoyo al gobierno se estará haciendo cómplice de un error histórico y trágico. A los generales que cometen acciones irresponsables en el campo de batalla y que llevan gratuitamente a sus hombres a la muerte, se les pone ante una corte marcial. Si un presidente está empeñado en mantener un curso de acción equivocado y peligroso, con miles de muertos inocentes como consecuencia, sólo debería tener una salida, camino de un tribunal. ¿De verdad que hay que ser cómplice de ello? Los españoles no nos merecemos este gobierno de desalmados, pero si la oposición no reacciona mucho me temo que tampoco nos merecemos unos cobardes que no se atreven a plantar cara al virus político que está matando a nuestra democracia.