Apaciguamiento en Siria

por Juan F. Carmona y Choussat, 12 de marzo de 2012

(Publicado en La Gaceta, 12 de marzo de 2012)

Favorecería a Occidente que Asad tuviera que abandonar el poder. Preferimos no hacer el esfuerzo ciertamente elevado que requeriría ganar este partido porque no queremos enfadar a quienes defienden allá intereses opuestos, especialmente al siempre peligroso y cuasi-atómico Irán.

 
Así que hacemos otra cosa: enviamos a Kofi Anan. Su penúltimo recuerdo nos lo dejó su hijo, por mal nombre Kojo, que aún sigue contando los dólares embolsados tras la operación petróleo por alimentos presuntamente destinada a aliviar al pueblo iraquí de las sanciones a Sadam. El último fue su apoyo a la “paz” con ETA.
 
Pero lo único que desalojó a Sadam fue la fuerza, que también fue lo único que desalojó a Gadafi. Se arguye que Siria es distinta, que a pesar del apoyo ruso, chino e iraní que la convierte en un combate interpuesto entre las fuerzas liberales democráticas del mundo y las contrarias, las defecciones del régimen, la presión internacional y los bien entonados discursos de Obama acabarán con Asad.
 
¿Por qué cedería Asad que controla un estado, sí tercermundista, pero con un ejército letal si lo único que se le requiere es matar rebeldes mal armados? ¿Por qué dejaría de castigar ciudades insurrectas? ¿Por qué aceptaría ofertas de exilio? ¿Dónde, si los alauíes a los que pertenece son universalmente despreciados? Lo cierto es que ninguna transición de la primavera árabe será hacia la democracia liberal si no es apoyada por Estados Unidos y sus aliados, y que la única diplomacia que funciona es la que puede ejercer una amenaza militar creíble.
 
No intervenimos pues en Siria, cuando lo hicimos en Libia, porque para la mentalidad estratégica posmoderna hay que pensar dos veces hacer algo si es favorable a nuestros intereses. Contentar a los oponentes es menos oneroso. Si no quieres ser fuerte, apacigua.