Algo a cambio de nada: Parte II

por Thomas Sowell, 9 de marzo de 2006

El gobierno no es la única institución que promete algo a cambio de nada. El declive de General Motors es sólo una consecuencia de la idea que los sindicatos pueden conseguirle a sus miembros algo a cambio de nada.
 
En Estados Unidos, cada vez más, los mismos trabajadores se dan cuenta de la realidad; no porque uno se sindicalice le van a dar las cosas gratis, y por eso, cada día más eligen no sindicalizarse. Pero la idea aún tiene que hacerse eco entre muchos de la élite intelectual que siguen pensando que los sindicatos son instituciones que benefician a la clase trabajadora.
           
Uno siempre puede beneficiar a ciertos sectores de cualquier sociedad a costa de algún otro sector, pero los sindicatos no benefician ni siquiera a la clase trabajadora en general - sólo a los que actualmente son miembros del sindicato - a costa de otros trabajadores, presentes y futuros.
 
Una de las razones por las que General Motors ha estado perdiendo cuota de mercado por años - de vender la mitad de los coches del país a sólo vender una cuarta parte en la actualidad - es que sus contratos con los sindicatos los pusieron en clara desventaja comparados con sus competidores japoneses.
 
Aunque Toyota tiene plantas en Estados Unidos, los empleados de esas fábricas eligen conservar sus empleos al no sindicalizarse. Toyota se lleva el negocio de los sindicalizados fabricantes de coches de Detroit, que se ven forzados a despedir a miles de trabajadores mientras que Toyota está contratando más trabajadores.
 
Puede que no haya gran diferencia en la escala de sueldos pero los sindicatos pueden crear mayores costes de producción de muchas otras formas. Los beneficios suplementarios son sólo uno. Las reglas de trabajo son otro coste más.
 
En algunas industrias, los empleadores les pagan a sus trabajadores tanto o más que lo que los trabajadores sindicalizados reciben por el mismo trabajo con tal de verse libres de restricciones burocráticas sobre cómo pueden organizar su negocio o disciplinar a trabajadores que no hacen su trabajo bien.
 
Por ejemplo, a Toyota le lleva menos horas producir coches con menos errores que los coches de Detroit.
 
Y mientras los sindicatos van disminuyendo en el sector privado, se están extendiendo entre empleados del gobierno. Las agencias gubernamentales son, por lo general, monopolios, por tanto la competencia no es una amenaza para su trabajo.
 
Los contribuyentes son los que tienen que pagar el alto coste de estos monopolios. No existe eso de “algo a cambio de nada”.
 
Los sindicatos de profesores luchan desesperada y despiadadamente contra los cheques escolares porque necesitan mantener el monopolio de los escolares con leyes de asistencia obligatoria. Sus miembros probablemente perderán empleos si se les obliga a competir con las escuelas privadas.
 
El monopolio es la clave de la seguridad laboral de los profesores sindicalizados, a costa de la educación de los niños así como del dinero de los contribuyentes.
 
Los sindicatos del sector privado son los que han estado desde hace mucho tiempo a la vanguardia de los que promueven leyes para subir el salario mínimo. Generalmente los miembros de sindicatos ganan ya mucho más que el salario mínimo pero necesitan proteger sus trabajos porque hay otros que podrían hacer el mismo trabajo cobrando menos.
 
La gente que está dentro mirando hacia fuera se beneficia a costa de la gente de fuera que mira hacia dentro. Los perdedores incluyen no sólo a trabajadores con menos experiencia, poca formación y cuya producción no cubriría el coste del salario mínimo, sino también a futuros trabajadores que podrían encontrar menos oportunidades de trabajo en las industrias sindicalizadas.
 
Las leyes del salario mínimo son como aranceles protectivos que aislan a los trabajadores sindicalizados de la competencia con otros trabajadores. Es robarle a un Pepe menos adinerado para pagarle a un Paco más adinerado - todo al tiempo que usan la noble retórica que atrae a los desinformados e irreflexivos, lista que incluye a mucha gente con pomposos títulos y aún más pomposas ilusiones acerca de su mayor  sentido de la compasión.
 
Algunas personas pueden creer que los sindicatos benefician a sus miembros a costa de los empleadores y que las grandes empresas deberían pagar lo que se denomina un “salario sostenible*”.
 
Eso puede ser posible a corto plazo. Pero piénselo: Si a los trabajadores sindicalizados que producen trastos se les paga más reduciendo la ganancia de los fabricantes de trastos, ¿cree Ud. que los inversionistas van a seguir invirtiendo tanto en la producción de trastos cuando pueden ganar dividendos más altos invirtiendo en otra cosa?
 
El nivel de ganancia de los trastos no puede quedarse permamentemente bajo el nivel de ganancia de otras industrias. El precio de los trastos tendrá que subir y eso significa menos ventas y menos empleo. No hay nada gratis en la vida, no hay forma de conseguir algo a cambio de nada. 

 
 
*Salario sostenible: Concepto de un salario calculado no sobre la productividad o los precios de mercado sino sobre las necesidades de un trabajador que trabaje a tiempo completo y que pueda sostener a su familia con comida,  habitación,  salud, guarderia de niños y transporte básico.
 
 
Thomas Sowell  es escritor prolífico de una variedad de temas desde economía clásica a derechos civiles, autor de una docena de libros y cientos de artículos, la mayor parte de sus escritos son considerados pioneros entre los académicos.  Ganador del prestigioso premio Francis Boyer presentado por el American Enterprise Institute, actualmente es especialista decano del Instituto Hoover y de la Fundación Rose and Milton Friedman
 
 
©2005 Creators Syndicate, Inc.
©2005 Traducido por Miryam Lindberg
 
 
GEES agradece al Dr. Thomas Sowell el permiso para publicar este artícul