Afganistán. Permanecer o Retirarse

por Hernando Cortés Monroy, 18 de diciembre de 2009

 

1. Afganistán, "Cementerio de Imperios": un grave dilema para Estados Unidos y los aliados europeos
 
"Ciertamente no es el final, ni siquiera el principio del fin, pero quizás sí es el fin del principio"
 General Stanley McChrystal, parafraseando a Sir Winston Churchill,
(1 de diciembre de 2009)
 
El Presidente Obama, en su alocución desde West Point, hizo lo único que podía hacer teniendo en cuenta todos los datos del problema, y que todas las miradas, de amigos y enemigos convergían sobre él. Lo cual, sin embargo, no significa que haya sido la decisión correcta. Eso solo el tiempo lo dirá, pero es precisamente el tiempo un factor que no conoce amigos, y al cual el Presidente se ha atado al fijar un límite de 18 meses para la aplicación del esfuerzo decidido, y eso sí puede suponer un problema, si en ese lapso no se logra resolver el problema que hoy se pretende solucionar. Difícil y largo nos lo fía el Presidente Obama y no hay que olvidar que ?como ya decía Ludendorff-, en la guerra solo lo sencillo tiene éxito, y en Afganistán hay guerra, eso que no se dude.
 
La historia suele tratar muy duramente a aquellos que intentan predeterminar su curso. La realidad suele imponerse siempre, exponiendo las promesas como costosas fantasías, y dejando en ridículo a aquellos que las hicieron. Basta recordar a aquel que pronunció la famosa frase de "Misión cumplida".
 
2. Las connotaciones políticas del momento actual y la justificación de la guerra
 
"Puedo ser indulgente con el espacio, porque puede recuperarse, pero no con el tiempo, que es irrecuperable"
Napoleón
 
Las últimas encuestas realizadas entre la población norteamericana ponen de manifiesto que la mayoría de los ciudadanos ven ya la guerra en Afganistán como innecesaria, y solo un 25% de la población encuestada apoya que se envíen más tropas. Aunque se tiene confianza en la capacidad militar, es muy escaso el número de los que creen que las elecciones han traído un gobierno honesto y eficaz para el pueblo afgano.
 
El Presidente Obama corre el riesgo de ver disminuido el apoyo de sus seguidores ? y su popularidad, de hecho, ha descendido considerablemente-, ya que la mayoría de liberales y demócratas, unidos por primera vez, se oponen con solidez a la guerra, y solicitan una reducción de los efectivos desplegados. Hoy por hoy, siete de cada diez representantes demócratas afirman que la guerra no justifica los costes que conlleva, y solo uno de cada cinco apoya al Presidente en enviar más tropas.
 
Por el momento, no obstante, el Presidente Obama ha decidido aumentar la presencia militar en Afganistán como medio para resolver el conflicto, y contribuir a facilitar la creación de un estado libre, moderno y democrático. Pero posiblemente ahí radique uno de los errores cometidos hasta hoy, y en la Casa Blanca se debería pensar más en como eliminar el terrorismo global, en lugar de tratar de crear un Estado afgano. El conflicto dura ya más de ocho años, y la victoria final no parece estar al alcance de la mano. Y si las condiciones para esa victoria son las que cita el Jefe de Gabinete del Presidente, Rahm Emanuel, de lograr "un gobierno creíble y fiable, en el marco de un proceso legítimo", ambas no parecen darse hoy por hoy. Y todo resulta aún menos viable si lo que se pretende es crear "un aliado fiable capaz de proteger y garantizar los derechos de la población afgana", según el propio Sr. Emanuel. Afganistán no es sino una gigantesca "tumba de imperios", en la que ningún gobierno extranjero ha logrado imponer su voluntad. A fecha de hoy la realidad innegable es la de que tras ocho años de intentos sociales, y hasta humanizadores, no se han obtenido resultados apreciables, y la población afgana se ve entregada a un gobierno que desprecia.
 
En marzo último, ya el Presidente Obama incrementó en 21.000 efectivos las tropas aliadas estacionadas en Afganistán. Ahora el General Stanley McChrystal ha hecho saber que necesita al menos 40.000 efectivos adicionales, si no más, para alcanzar la victoria, y aún así ?como buen militar profesional-, naturalmente no promete que vaya a ocurrir de ese modo, porque sabe que la victoria en el campo de batalla depende, además, de otros factores.
 
Cualquier estudioso de las guerras asimétricas y contrarrevolucionarias diría que para controlar y someter un país como Afganistán, con 33 millones de habitantes, que viven en aldeas remotas desperdigadas en un territorio infernal, se necesitan más de 500.000 efectivos militares (recuérdese la liberación de Kuwait o Vietnam del Sur, o incluso la ocupación alemana de la antigua Yugoslavia en la Segunda Guerra Mundial). No parece, por consiguiente, que las intenciones de la Administración Obama, y mucho menos, las de los aliados europeos estén siendo consecuentes. Incluso si se llegase a desplegar tal número de efectivos, el éxito no sería inmediato con toda seguridad.
 
Afganistán preocupa hoy, esencialmente, por las repercusiones que puede ocasionar en el vecino Pakistán dotado con armas nucleares, pero no hay que descartar que un aumento del grado de escalada en el conflicto resulte mucho más desestabilizador para Pakistán, después de todo, que un eventual regreso de los talibanes a Afganistán.
 
Sea como sea se puede decir que todas las opciones que se barajan para resolver el conflicto son malas en alguna forma, pero no por ello es menos cierto el hecho de la tremenda complejidad, opacidad, y fugacidad de la misión que se ha confiado a las Fuerzas Armadas norteamericanas. Quizás, además, el Presidente Obama haya perdido el tiempo, tardando tanto en su toma de decisiones, ya que como han advertido los talibanes, la coalición occidental puede tener los relojes, pero ellos son los que controlan el tiempo. Teóricamente, nada podría impedir ahora que los talibanes se convirtieran en "durmientes", en estado de casi hibernación, durante los próximos 18 meses, para reaparecer con toda virulencia posteriormente. Sin duda, es una de las hipótesis más peligrosas que el General Mc Chrystal estará considerando.
 
3. Al-Qaeda y Afganistán
 
El principal argumento a favor de la permanencia aliada en Afganistán, como lo ha presentado el enviado especial norteamericano para Pakistán y Afganistán ?Mr. Richard Holbrooke-, no es otro que el de negar el territorio a Al-Qaeda e impedir que lo utilice como base de partida o santuario, y ésta es la única razón que puede remotamente justificar la actuación combinada aliada en la región.
 
Ésta ha sido la razón esgrimida también por el Presidente Obama en su alocución desde la Academia Militar de West Point el 1 de diciembre de 2009, para justificar el envío de 30.000 soldados norteamericanos más ?el equivalente de 10 brigadas-, convencido de que Afganistán, junto con el N. de Pakistán, constituye el epicentro del terrorismo practicado por Al-Qaeda.
 
Y sin embargo, hoy por hoy, no parece que Al-Qaeda opere junto a los talibanes, ni que siquiera se haya instalado en las zonas controladas por ellos. Todo lo contrario, Al-Qaeda no parece tener ya ningún interés en volver a Afganistán, encontrándose mucho más a salvo en Pakistán por el momento, y lo que es más, algunos de los últimos intentos de Al-Qaeda parecen haberse organizado hasta desde Europa.
 
En cualquier caso la realidad es que tras los 8 años que dura ya la guerra, Al-Qaeda ha sido desplazada ?una vez anulada la salvaguardia ejercida por los talibanes-, y aunque, como estima el General James Jones, Consejero para la Seguridad Nacional, hay menos de 100 operativos de Al-Qaeda en suelo afgano, y la organización no cuenta ya ni con bases ni con la capacidad para lanzar ataques terroristas contra Occidente.
 
Proceder a un incremento de la presencia militar en Afganistán, aumentando el grado de escalada, puede resultar extremamente dañino para la reputación y el prestigio de los Estados Unidos ?y por extensión para todo Occidente-, si finalmente no se llega a alcanzar la victoria deseada y se procede a una retirada más o menos ordenada, al estilo de Irak.
 
Sea como sea, la Administración Obama debe fijar bien sus objetivos y establecer prioridades. Clausewitz nos diría que el objetivo prioritario y preferencial debe ser Al-Qaeda y no los talibanes. La creación de un gobierno de corte occidental y democrático no debe ser ni siquiera considerada. Por el contrario, la coalición occidental debe dar pruebas de tolerancia y estar dispuesta a colaborar con todo aquel que se muestre dispuesto a impedir la violencia terrorista radical. Provocar la división entre las diversas facciones insurgentes, e incluso llegar a incluir en los esquemas de cooperación a algún grupo talibán podría resultar de utilidad. Todo esto parece formar parte, en cualquier caso, del plan que contempla hoy el General McChrystal. El problema puede venir, sin embargo, del grado de interrelación e integración que hayan alcanzado, entre sí, talibanes y Al-Qaeda.
 
Retirar las tropas en lugar de reforzarlas hubiera sido un elemento clave en la aplicación de esta estrategia, pero eso está ya fuera de lugar, aunque no se deberían ignorar las reacciones que, a fecha de hoy, predominan en un amplio sector de la población tribal afgana, y que apuntan a que, tras ocho años de presencia en Afganistán, las fuerzas aliadas, y especialmente las norteamericanas, son vistas ya más como un ejército de ocupación que como liberadoras. Probablemente anticipar un comienzo de la retirada de las tropas en 18 meses es un intento de contrarrestar esa actitud, pero al mismo tiempo pone en tela de juicio la coherencia de llevar a cabo un incremento de la presencia ahora, y de pedir a los aliados europeos que también envíen tropas.
 
Salir de Afganistán, en cualquier caso, no va a resultar fácil, y la forma, tiempos y procedimientos deberán adecuarse a las circunstancias del momento, que, por otra parte, se verá influido por la perspectiva de tener que celebrar elecciones generales en los Estados Unidos en torno a esas fechas. Pero la retirada de las fuerzas será, sin duda, un hito a alcanzar, con elecciones o sin ellas.
 
4. Las opciones consideradas: análisis y perspectivas
 
Antes que nada hay que tener muy presente el origen del presente dilema y el porqué se ha llegado a tener que dilucidar esta cuestión, que ha motivado la alocución de West Point, y ello ha sido, nada más y nada menos que la llamada efectuada por el General Stanley McChrystal, hecha pública en septiembre de 2009, acerca de la conducción de la guerra en Afganistán, y la advertencia al Gobierno norteamericano sobre la conveniencia de reforzar el despliegue, o admitir plenamente que la guerra iba a perderse inexorablemente, lo que no ha debido de ser fácil para el propio general, y que le ha debido generar ciertas enemistades, sin duda, pero que revela con claridad el alto sentimiento y concepto de lealtad bien entendida que poseen los oficiales norteamericanos, tan diferente de aquellos que siempre dicen Sin Novedad, y que engañan sistemáticamente a sus superiores, diciendo solo lo que piensan que gustará a éstos.
 
Independientemente de las opciones y posibles alternativas que se hayan llegado a ofrecer en estos días para ser consideradas por el Presidente Obama, no se puede perder de vista el hecho de que aún siendo la primera potencia militar mundial, los Estados Unidos no pueden hacer todo ni son omnipotentes, y los políticos de Washington deben admitir esta realidad. Cuanto antes mejor.
 
 En la actualidad, tanto desde el sector político como desde los estados mayores militares, se es cada vez más escéptico en que se pueda llegar a derrotar de una manera decisiva a los talibanes. Los talibanes no son un ejército, sino más bien un estilo de vida, una religión, y una filosofía, y la historia demuestra que no se derrota a las convicciones. La erradicación de Al-Qaeda de Afganistán pasa por negociar con los talibanes e incluirlos en el gobierno afgano, ya que, después de todo, los talibanes no son sino afganos.
 
Según se ha podido saber fue en vísperas de su reciente viaje a Asia, cuando se le presentaron al Presidente Obama las opciones de refuerzo consideradas como más viables para atender a los planteamientos presentados por el General McChrystal, ciertamente no muy diferentes entre sí, a excepción de la cifra final de efectivos a enviar, pero sin contemplar, en ningún caso, ni una disminución de efectivos ni un retraso en el envío de las fuerzas.
 
Las opciones contempladas han ido desde la respuesta directa a la petición del General McChrystal ?con 40.000 efectivos-, hasta una combinación "híbrida" entre la solicitud de éste y la propuesta alternativa del Pentágono, considerada como presentada por el propio Secretario de Defensa Robert Gates y que, si bien, no contempla el mismo volumen de efectivos, recurre a solicitar la implicación proporcional de la Alianza Atlántica y de los países que la componen. La novedad estriba en que se concede un plazo de 18 meses para aplicar unos procedimientos tácticos que neutralicen por completo la voluntad de resistencia y lucha de los talibanes, y comenzar, así, a retirar las tropas desplegadas de manera gradual en el verano de 2011.
 
Implicar a la OTAN y pedir una mayor contribución a sus miembros era algo que se veía venir. La opinión pública norteamericana es muy poco condescendiente con los aliados europeos, y se estima de forma muy generalizada, que la defensa colectiva occidental reposa casi en exclusivo, en la aportación y empeño de los Estados Unidos. En consecuencia, se pide mayor solidaridad con la actuación norteamericana.
 
De momento, el refuerzo decidido de las tropas se va a realizar en seis meses, como mucho, lo que significa un incremento práctico notable de los efectivos que será visible y tendrá repercusiones, sin duda. Con carácter inmediato ya están haciendo sus preparativos las unidades que constituirán el núcleo de los refuerzos a enviar ?que saldrán esencialmente de la 101ª División Aerotransportada de Fort Campbell, Kentucky, y de la 10ª División de Montaña de Fort Drum, New York-, junto con una fuerza especial de Marines del orden de 9.000 efectivos, a desplegar en la zona de Helmand, donde ya hay unos 10.000 Marines junto con el contingente británico. Una nueva brigada del US Army desplegará probablemente en la provincia de Kandahar, mientras otra reforzará las fuerzas actuales en el E. del país, al S. de Kabul. El resto acordado se irá enviando de forma gradual, sin pausa, a medida que estén listas las fuerzas, hasta totalizar unos 33.000 efectivos, incluyendo aquí tropas de servicios y apoyo. Las tropas que envíe la OTAN irán cubriendo los espacios que no cubran las fuerzas norteamericanas.
 
El General McChrystal no ha obtenido la totalidad de 40.000 efectivos, que recomendaba como la opción más apropiada en términos de coste/eficacia, pero puede darse por contento ya que si se contabilizan los efectivos previstos que pueda aportar la OTAN, la cifra estará muy próxima a su recomendación. Una de las tareas más importantes a acometer va a ser, además, la formación y organización de una estructura militar afgana que pueda, en su día, a partir de 2011, tomar el relevo de las fuerzas aliadas. Y, aunque no se ha hecho mención específica al efecto, desde la Casa Blanca se ha requerido de Pakistán un esfuerzo mayor y serio que impida, cuando menos, la utilización del territorio pakistaní como santuario.
 
La nueva estrategia se enfrenta a no poco escepticismo, tanto en Europa como en los Estados Unidos, y el principal peligro es el de que tanto los talibanes como Al-Qaeda perciban que Occidente, y sobre todo Estados Unidos, están cansados y que, por lo tanto, solo es cuestión de tiempo.
 
5. Reflexiones sobre el Conflicto
 
¿Qué han hecho los norteamericanos en Afganistán durante ocho años? Esta es la pregunta principal que se hacen no solo los afganos, sino muchos observadores y analistas ocasionales. Y es difícil entender que no se hayan podido localizar los reductos principales de los talibanes ?e incluso de Al-Qaeda-, cuando se presume que con los medios actuales de observación es posible distinguir algo tan pequeño como un simple huevo de ave a una distancia de 18 kms.
 
El envío de nuevos refuerzos supondrá no pocas nuevas dificultades añadidas a las relaciones con la población, especialmente cuando el objetivo primordial de la nueva estrategia a aplicar va a ser asegurar el control de las ciudades principales (esencialmente Kabul, Kandahar, Mazar-i-Sharif, Kunduz, Herat, y Jalalabad), y transmitir a la población el sentimiento de que está protegida y que la presencia militar aliada resultará beneficiosa. Y todo ello, incluso negociando con los líderes talibanes moderados, aunque el General McChrystal ya dice que este aspecto solo se llevará a cabo una vez que la resistencia haya sido debilitada.
 
Una de las voces escépticas sobre la conveniencia del refuerzo decidido, ha sido, en estos días, la del mismo embajador norteamericano en Kabul, Karl Eikenberry, quien es además un teniente general retirado del US Army que, entre 2006 y 2007 mandó las tropas norteamericanas en Afganistán, y que hasta abril pasado era uno de los generales norteamericanos de mayor graduación destinados en la OTAN. Eikenberry ha advertido de la conveniencia de dejar bien claro que el compromiso norteamericano en Afganistán no es indefinido ?de ahí parece haber venido la idea de los 18 meses-, y de no hacer excesivamente dependiente al gobierno afgano de la presencia militar aliada, y de ahí, sin duda, el plan de acelerar la formación y organización de las fuerzas armadas afganas, el cual estuvo bajo la propia supervisión de Eikenberry.
 
El nuevo planteamiento estratégico del General McChrystal presupone que con el refuerzo adicional de 40.000 efectivos bastará, una presunción que pueda quedar muy corta respecto de lo que sería deseable, y ciertamente, con una permanencia limitada en el tiempo, que es un aspecto que ya ha sido expuesto, y que supone una barrera añadida, cuando no una vulnerabilidad innecesaria más.
 
Por otra parte, y dentro de este mismo planteamiento estratégico sigue permaneciendo la incógnita de la lucha contra Al-Qaeda, una organización tan fugaz que, es posible, que incluso, tras décadas de construir las estructuras adecuadas para hacer frente al terrorismo, no sea erradicada por completo, o, lo que es más, que tras ser expulsada, o erradicada de algún modo, de Afganistán, simplemente se reubique en otras partes del mundo en donde la situación pueda serle más propicia.
 
Muy posiblemente haya llegado el momento en Estados Unidos, de ir pensando en adaptar mejor los medios disponibles a la tarea a realizar, y en este sentido ahí están los procesos de transformación en curso de las fuerzas armadas, pero la transformación debe ir más allá y efectuar ésta solo en los campos de equipamiento y de estructuras, no resuelve los problemas. La lucha contra el terrorismo global no se manifiesta solo en Afganistán, y proteger a los Estados Unidos, y a Europa Occidental, contra la amenaza terrorista no se lleva a cabo patrullando por las carreteras y aldeas afganas. Asegurar la defensa contra el terrorismo requiere la vigilancia y observación, esencialmente, junto con los medios de inteligencia, para realizar ataques selectivos de precisión, ya sean de naturaleza de acciones ofensivas aéreas o de pequeñas incursiones por tierra, cuando se requiera.
 
Y también hay una serie de tareas a acometer en Afganistán, en cualquier caso, que requieren atención, si se quiere que la nueva estrategia, sea cual sea, tenga éxito, y se es serio con el propósito de reconstruir Afganistán e instaurar allí un gobierno democrático con cierta solidez. Entre las más importantes:
 
- Contrarrestar las acciones erróneas efectuadas por el gobierno afgano actual, sospechosas de estar teñidas de corrupción a casi todos los niveles.  
- Establecer y rectificar de forma coordinada la frontera actual con Pakistán, que sigue hoy la denominada Línea Durand. 
- Llegar a algún tipo de acuerdo para intercambio de información e inteligencia sobre Al-Qaeda con Pakistán, Rusia, China e Irán. Una conferencia a cinco bandas ?incluyendo a Estados Unidos-, para alcanzar un acuerdo que impida que Afganistán siga sirviendo de base al radicalismo fundamentalista es esencial para garantizar la estabilidad de la región en un futuro. Está por ver si los demás implicados están interesados en ello, pero Estados Unidos puede hacerles ver claramente que tienen un problema si no lo hacen.
- Intentar erradicar el tráfico de heroína, al igual que se hizo en Turquía, en los años ´60, con el apoyo norteamericano, ofreciendo cultivos alternativos.
 
En cualquier caso, mantener dos guerras no convencionales simultáneamente hoy, viene suponiendo para los Estados Unidos, un enorme esfuerzo emocional, psicológico, y hasta económico, en el seno de las familias militares. El índice de suicidios ha aumentado considerablemente, al igual que el número de casos de stress y de problemas de índole psicológico entre los militares veteranos. Todo indica que el refuerzo acordado no se va a producir sin coste social, un coste mucho mayor, sin duda, que todo lo que va a costar el equipamiento y puesta en marcha de toda la operación de traslado de las tropas. Algo que aunque ya se haya decidido, debería valorarse en toda su profundidad.
 
6. Conclusiones
 
"Debemos hacer saber al mundo que estamos dispuestos a pagar cualquier precio, apoyar a quien lo necesite, correr el riesgo que haga falta, y oponernos a todo aquel que se enfrente a la pervivencia y éxito de la libertad"
John F. Kennedy, sobre la amenaza comunista, en 1961
 
La amenaza radical islámica no es la desaparecida amenaza comunista, ni Obama es John Kennedy, pero está claro que sin una meta y unos objetivos claros, no se deberían enviar más tropas a Afganistán, sino todo lo contrario. Se deberían retirar lo antes posible. Y en el caso de España, ello resulta aún más obvio.
 
Resulta difícil admitir y comprender que Afganistán, una tierra remota y primitiva en Asia Central, resulta vital para los intereses de los Estados Unidos, tal como el Presidente Obama ha dejado entrever de algún modo, en su intervención en la Academia Militar de West Point. Esta es una cuestión que nunca se responde en los círculos políticos de Washington, ni tampoco en los de Londres, Paris o Madrid, pero que nadie se atreve a preguntar con claridad tampoco ni en el Congreso, ni en el Senado, ni en ninguna otra Cámara. En los Estados Unidos muchos demócratas y republicanos dan por sentado que Afganistán es importante para los intereses norteamericanos, al igual que lo era también Vietnam. Pero la realidad es que este planteamiento no resiste hoy ni al más mínimo análisis.
 
A aquellos que insisten en decir que Afganistán es esencial para asegurar la defensa de los Estados Unidos contra el terrorismo, y que los sucesos del 11-S ocurrieron precisamente por ignorar lo que ocurría en Afganistán, al igual casi que lo que se puede argumentar con lo relativo al 11-M, hay que decirles que la responsabilidad principal recae en todas aquellas instituciones, agencias, y organismos de seguridad que fueron incapaces de prevenir e impedir las acciones de los grupos ejecutores en el propio territorio, y de dotar a los aeropuertos o estaciones con los medios adecuados de vigilancia, control o prevención. En los Estados Unidos la recién instalada Administración Bush ignoró todos los indicios, ocupada como estaba con otros asuntos que consideraba prioritarios. En España fue aún más patético todo. Evitar hoy la repetición de semejantes actos no se consigue con la ocupación de países lejanos como Afganistán, ni con el envío de más tropas adicionales, sino con el refuerzo de las medidas nacionales de seguridad, algo que en Estados Unidos es patente y que, en España, sigue siendo muy deficiente.
 
La reconstrucción política y social de Afganistán, según el modelo occidental, no solo parece a todas luces innecesaria, sino que puede resultar además imposible, como ya la historia, que los políticos se empeñan en ignorar, nos demuestra. Por otra parte, insistir en aplicar en Afganistán el mismo modelo en aplicación en Irak es otro error, ya que resulta obvio, a todas luces, que las expectativas de reconciliación nacional y estabilidad política aún distan mucho de producir sus frutos. Cuando tan solo 48 horas después de la alocución de Obama en West Point, se produce un atentado con casi 150 muertos, todo aquel que quiera pasar la página de la historia de Irak no es sino un iluso. Recientemente el Teniente General Raymond Odierno, sucesor del General Petraeus en Baghdad, ha afirmado que la insurgencia y la violencia en Irak pueden seguir aún durante cinco, diez o quince años. Los hechos pueden llegar a demostrar incluso que el General Odierno es un optimista.
 
Describir el modelo de Irak como un éxito, y pretender su aplicación en Afganistán, resulta hasta inmoral. Parafraseando al escritor Norman Mailer, "Llevar a cabo una guerra para resolver un problema es como acudir a un burdel para curarse de una enfermedad venérea".
 
Y a todos aquellos que insisten en redimirse expresando la bondad del plan y programa para reconstruir Afganistán, cabe preguntarles ¿Porqué Estados Unidos no envía tropas, por poner un ejemplo, a México? ¿O España, a Marruecos? En términos de importancia está claro que México, con el que Estados Unidos comparte muchas cosas, que es un gran productor de petróleo, y que presenta una situación de violencia desmedida, con todo lo que implica al narcotráfico y la venta ilegal de armas, resulta mucho más importante, y afecta, incluso más, a los Estados Unidos. Y no digamos Marruecos para España. Y si se entra en consideraciones de tipo moral, México, y Marruecos, siguen siendo prioritarios. Sin embargo, cualquiera que surgiese ante las Cámaras de Representantes, en Washington y en Madrid, sugiriendo que los gobiernos respectivos, norteamericano y español, están llamados a resolver los problemas de narcotráfico, alfabetización, educación, seguridad e igualdad de la mujer, y corrupción de los organismos de gobierno, en México y Marruecos, sería tachado de lunático y quizás, hasta ingresado en un manicomio. Sin embargo, a los que proponen seguir en Afganistán, para aplicar esos programas, ignorando la corrupción del gobierno de Karzai, y los costes del conflicto, se les trata como a sabios, e incluso se les concede algún premio de relieve.
 
Llegados a este punto, ¿cuál debería ser la actitud y pauta para con Afganistán? A países como Estados Unidos, Afganistán no debería preocuparles hoy. Para un país como España, la relación con Afganistán, no debería ser muy diferente de la que mantiene con Fiji, Samoa, o incluso Estonia o Lituania, por poner un ejemplo. Impedir que Al-Qaeda vuelva a utilizar el suelo afgano como santuario, es posible mediante otros métodos distintos de la ocupación militar. La vigilancia permanente del territorio, y su impermeabilización, la colaboración de los países vecinos, y, cuando sea necesario, la ejecución de ataques selectivos de precisión contra objetivos claramente identificados, bastaría para mantener a aquellos radicales irreductibles en sus cuevas, donde no suponen ninguna amenaza. Máxime cuando Al-Qaeda opera ya desde Mauritania ?mucho más cercana a España-, y desde otros países.
 
En cuanto a la repetida amenaza existencial del Islamismo radical, citada numerosas veces, hoy todo indica que posiblemente acabará diluyéndose con el devenir de los tiempos. Las demandas de ciertos profetas radicales de reinstaurar el califato, a pesar de todo lo que los defensores, y tontos útiles en consecuencia, de Al-Andalus contribuyen a ello, no parecen recibir excesiva atención ni interés. A pesar de lo que dicen los talibanes, el tiempo está del lado de la cordura, y de la convivencia, y no a favor de aquellos que quieren volver a vivir en la sociedad del siglo XV. La labor de los Estados Unidos, y del mundo occidental, debe estar en esa línea de acción, y la conferencia de las Naciones Unidas convocada por Alemania, Reino Unido y Francia, para principios de 2010, podría estar orientada según esos propósitos, aunque no hay que hacerse muchas ilusiones sobre sus resultados.
 
En Afganistán, los Estados Unidos están presentes, victimas de su propio razonamiento geoestratégico, y los Europeos, por alguna forma de solidaridad y coherencia dentro de lo que se entiende como defensa colectiva occidental, pero para llevar a buen término lo que está en juego en Asia Central, y garantizar la "victoria" es necesario que la opinión pública en los países aliados esté informada y apoye la causa. Eso es algo que no se ha hecho, y que algunos tratan todavía de presentar bajo el disfraz de razones humanitarias y de mantenimiento de una paz que nadie puede explicar entre quienes tiene lugar.
 
Tanto en política como en la guerra, la historia, con todas sus dificultades y contradicciones, es una herramienta a tener siempre presente, y que ningún dirigente debe olvidar.