Afganistán. La cuenta atrás

por GEES, 23 de diciembre de 2009

 

Quedan menos de 18 meses para que las tropas estadounidenses empiecen supuestamente a retirarse de Afganistán, como anunció Obama hace ya tres semanas. El día después de dicho anuncio, el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, aseguró que los primeros efectivos de los 30.000 prometidos por su presidente llegarían en el primer cuatrimestre del 2010. Pero el número dos en Afganistán, el general David Rodríguez, acaba de decir que será muy difícil cumplir con las fechas y que se necesitarán al menos 11 meses para que todos los nuevos efectivos estén en el teatro de operaciones. Es decir, disponen sólo de 7 meses para hacer maravillas antes de que empiecen a retirarse. Pero aún hay más.
 
El comandante de las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán, Stanley McChrystal, lanzó un mensaje de alerta sobre la situación en Afganistán y advirtió de que disponían sólo de12 meses para tomar las medidas adecuadas y empezar a ver un progreso. Un aviso que lanzó hace unos cuatro meses. Por tanto, según McChrystal quedarían dos cuatrimestres para empezar a ver resultados que nos permitan ser optimistas con respecto al futuro de Afganistán. Pero para entonces ni siquiera las anunciadas 30.000 nuevas tropas estarán en el país. Las cuentas no salen.
 
Los principales escollos para desplegar los nuevos efectivos son logísticos y de seguridad. Transportar toneladas de equipamiento hasta un país lejano en guerra, geográficamente complicado y que carece de carreteras no es una tarea fácil. Hay que añadir que una vez en el país se debe pagar a los talibanes para obtener la seguridad necesaria para que lleguen todos los suministros a su lugar. Nos encontramos así con otro de los grandes problemas de Afganistán: la corrupción.
 
No es un problema marginal. La corrupción ha recortado las ayudas internacionales, ha mermado la legitimidad del Gobierno, ha enriquecido a los señores de la guerra, ha dado poder a los insurgentes y en general ha tenido repercusiones en toda la sociedad. Es como un círculo vicioso. La corrupción ha dañado la legitimidad del Gobierno y del Estado de Derecho, que a su vez ha reducido la habilidad de Gobierno para luchar contra la corrupción. Cuando Hamid Karzai ganó las segundas elecciones en un controvertido proceso ensombrecido por el fraude, prometió luchar contra la corrupción. Su primer test para encaminar dicha promesa fue el pasado fin de semana cuando anunció la formación del nuevo Gobierno. Muchos han criticado la nueva lista que indica que poco va a cambiar.
 
Karzai ha manteniendo algunos ministros bien considerados, como el de Defensa e Interior, pero ha mantenido a otros como el de Energía, Ismail Jan, un poderoso señor de la guerra de la región de Herat, al que varios grupos de derechos humanos acusan de crímenes de guerra. Pero el problema es que la corrupción en Afganistán no se limita a las grandes instancias. Si alguien quiere trabajar como profesor en un pequeño pueblo, deberá sobornar al jefe del departamento local de educación incluso aunque disponga de una carta de recomendación del ministro de Educación. Además, se estima que por cada dólar de ayuda internacional, entre 50 y 90 céntimos se pierden en prácticas fraudulentas o corruptas. ¿Mejorarán las cosas antes de 18 meses?