Afganistán: el éxito del fracaso

por Rafael L. Bardají, 28 de septiembre de 2013

(Publicado en La Gaceta, 28 de septiembre de 2013)

 Hay algunos países que han hecho de una derrota militar su día de fiesta nacional. Pero hay muy pocos que premien las retiradas. Y sólo España, que yo sepa, condecora al ministro que ordena abandonar el frente y a los generales encargados de hacer cumplir sus órdenes. Cierto, José Bono, aquel ministro de defensa que prefería morir a combatir, acabó cediendo al bochorno de su auto-condecoracion y devolvió la medalla que él mismo se había concedido, aunque a regañadientes.

Los políticos caen siempre en la tentación de creer que sus palabras son más poderosas que la realidad y que sus discursos bastan para cambiar los acontecimientos, sobretodo si son grandilocuentes. Pero la verdad es que los acontecimientos, la realidad, acaba siempre imponiéndose. Ahora se canta al esfuerzo que los militares han realizado en Afganistán de donde van a salir pronto y victoriosos. Porque hay que asumir que si la misión se ha cumplido con su sudor y sangre, se habrá logrado la victoria. Y, sin embargo, es precisamente la victoria lo que está ausente en Afganistán. Hace 12 años se fue allí para eliminar a Al Qaeda y derrotar a los talibán. Hace 7 años, cuando el despliegue español coba fuerza, para reconstruir y democratizar el país. Pues bien, hoy sabemos que Al Qaeda perdió uno de sus santuarios, pero que sigue operando desde otros suelos y con nuevos procedimientos; que los talibán están de nuevo a las puertas de hacerse con el país; y que lo que impera no es la libertad y el orden sino la corrupción y el enfrentamiento tribal.

Desde luego que los militares españoles pueden y deben sentirse orgullosos por como han conducido sus tareas en Afganistán, bajo unas condiciones infernales y en un clima crecientemente hostil. Pero no es menos cierto que alguien debería también reconocer que el cómo no es lo mismo que el fin y que los objetivos últimos no se han alcanzado. La guerra, simple y llanamente se ha perdido. Y nos vamos no por haber ganado, sino porque los americanos han decidido que se van. Fuimos por ellos, porque Zapatero quería hacerse perdonar la salida de Irak, y salimos porque sin ellos no pintamos nada en aquel país. Nada que ver con el cumplimiento de los objetivos.

 Ser solidario con nuestros aliados es un buen principio. Pero Afganistán no le sirvió a Zapatero para que le recibiera Obama como no le servirá Rajoy para ir a la Casa Blanca. De hecho, no le debería servir. Demasiada sangre de españoles y latinoamericanos se ha dejado en aquella tierra y sería muy triste que todo quedara en puro chalaneo.  La guerra es algo demasiado importante como para dejársela a los generales, pero también demasiado serio como para los actuales dirigentes políticos postmodernos.