Acuerdo entre los talibanes y Seúl: ¿mayor legitimidad talibán?

por Jorrit Kamminga, 21 de septiembre de 2007

A principios de septiembre, después de que los talibanes pusieron en libertad a los últimos surcoreanos secuestrados en Afganistán, el Gobierno de Karzai se mostró abiertamente descontento con el acuerdo logrado directamente entre el Gobierno surcoreano y los talibanes. Dicho acuerdo significa la retirada acelerada de las doscientas tropas surcoreanas de Afganistán y el fin de actividades de ayuda humanitaria y desarrollo por parte de misioneros u otras organizaciones surcoreanas en Afganistán.
 
Durante esta última crisis de rehenes, el Gobierno de Afganistán rechazó estrictamente la demanda de los talibanes de liberar a insurgentes presos a cambio de los 23 rehenes surcoreanos. Incluso se mostró dispuesto a emplear la fuerza para rescatar a los rehenes, algo que el Gobierno de Seúl rechazó - obviamente preocupado por las vidas de los surcoreanos.
 
En este asunto hay dos preguntas claves: la primera es: ¿tenemos que negociar con los insurgentes en Afganistán? Y la segunda pregunta: ¿otorga legitimidad a los talibanes este acuerdo logrado frente a la posición ya débil del Gobierno de Karzai?
 
En primer lugar, la teoría política aconseja no negociar con los insurgentes, especialmente cuando éstos están involucrados en una lucha abierta por el poder en Afganistán, matando tanto a afganos como a las fuerzas de seguridad nacionales e internaciones. Incluso ejecutaron a dos de los rehenes surcoreanos. El acuerdo establece un precedente peligroso que puede abrir la puerta a una situación de seguridad más delicada con más secuestros y más violencia. Además, no ayuda a las ONGs en el terreno - que ya son pocas y que juegan un papel muy importante a la hora de intentar convertir las pequeñas victorias militares en progreso sostenible por vía de desarrollo y reconstrucción.
 
Sin embargo, desde un punto de vista compasivo, es normal que cualquier Gobierno está tentado de negociar con los insurgentes cuando se trata de tantos ciudadanos. Si se hubiera tratado de 23 españoles secuestrados en la provincia de Badghis, el Gobierno de Zapatero estaría bajo una presión inmensa del pueblo español y seguramente pondría en peligro toda la misión española en Afganistán. Es decir, la crisis de rehenes es claramente un caso donde los sentimientos y las demandas del pueblo surcoreano chocan frontalmente con la realidad política de Afganistán.
 
La pregunta sobre la legitimidad de los talibanes es más fácil de contestar. La negociación directa entre el Gobierno de Seúl y el grupo insurgente no dio más legitimidad a los talibanes. Éstos todavía no representan un grupo legítimo en el sentido político. Sin embargo, paradójicamente, desde hace un año la legitimidad de los talibanes ya es una realidad en Afganistán. Se trata de una “legitimidad psicológica”. Es decir, en la mente de muchos afganos, especialmente en el sur y sureste del país, los talibanes ya han vuelto y la gente poco a poco deja abiertas las puertas para otro régimen - un hecho bastante normal en un país que ha vivido tantas guerras y tantos gobiernos diferentes. Los afganos saben sobrevivir y adaptarse a nuevas circunstancias.
 
Por esa razón, el Gobierno de Seúl no tiene la culpa de la situación actual. La crisis de rehenes sólo fue un incidente desagradable, un síntoma de una situación de seguridad que ya estaba fuera de control. Toda la comunidad internacional, España incluida, tiene que asumir la responsabilidad de la situación actual. En los últimos seis años de presencia internacional en Afganistán no hemos dado razones suficientes al pueblo afgano para que se cambie de bando. No hemos cumplido las promesas del año 2001 cuando los afganos nos recibieron con los brazos abiertos. Especialmente en el sur de Afganistán, la “tierra natal” de los talibanes, actualmente la situación de seguridad y desarrollo es mucho peor que a principios del año 2002. El problema principal al que nos afrontamos ahora no es el riesgo de secuestros sino el hecho de que los talibanes saben muy bien aprovecharse de nuestros errores y son mucho más eficaces a la hora de ganar los corazones del pueblo afgano.

 
 
Jorrit Kamminga es jefe de investigación del Consejo de Senlis en Kabul, Afganistán. En este momento está haciendo una encuesta de opiniones en las provincias de Helmand y Kandahar sobre la insurgencia actual de los talibanes.