A Damasco se va por Teherán

por Juan F. Carmona y Choussat, 17 de abril de 2012

(Publicado en La Gaceta, 16 de abril de 2012)
 
No caben más piezas en el ajedrez de Oriente próximo. Está el presunto plan de paz de Annan para Siria. Están los muertos añadidos por Asad atacando funerales y bombardeando Homs tras el alto el fuego. Están los diez mil caídos desde el inicio de la revuelta. Y está, ausente, la doctrina onusiana de la responsabilidad de proteger. Llevó a los occidentales a Libia, pero los crímenes sirios no resucitan sus mustios laureles.
 
Y está la reina de las negras, Irán, ocupado en preservar su influencia.
 
El general Soleimani - jefe de la fuerza Qods, la sección internacional de la Guardia Revolucionaria, cuerpo militar de elite que protege la revolución islámica - visitó en enero a Asad. Le garantizó apoyo y armas, y cumplió.
 
Obama contragolpeó inmisericorde pertrechando a los rebeldes con i-phones y llamándolo apoyo americano a la comunicación por satélites. Vale.
 
Soleimani envió a sus agentes contra los americanos en Irak, que se retiraron de allí. Se le cree responsable del intento de asesinato del embajador saudí en Washington en octubre pasado y de los atentados contra diplomáticos israelíes en febrero en India, Tailandia y Azerbaiyán.
 
No hace falta ser Kissinger para advertir una guerra fría entre Irán, exportador de la revolución chií, y Estados Unidos y sus aliados. Sería del interés de estos hacer caer la torre Siria. Eliminarían el lazo iraní con sus peones terroristas en Líbano y Gaza y reforzarían el Movimiento Verde que protestó la reelección de Ahmadineyad en 2009.
 
La cautela americana fomenta la actividad de las monarquías suníes del Golfo contra el dominador chií mediante actores interpuestos: alzados sirios, ejército sirio respectivamente. Esta toma de posiciones presagia males mayores.
 
Si la ONU quiere paz en Damasco, ha de visitar antes Teherán.